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2012 - España
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Los ángeles y la hospitalidad

14 Minutos y 8 Personajes. Esta es una obra breve que nos enseña cómo darle un mayor significado a la tradicional celebración navideña. La Biblia dice que muchos sin saberlo hospedaron ángeles, eso fue exactamente lo que le sucedió a la familia de esta historia.

LOS ÁNGELES Y LA HOSPITALIDAD

Gustavo González



PERSONAJES

PAPÁ
MAMÁ
HIJO
HIJA
JOSÉ
MARÍA
MESONERO 1
MESONERO 2

PAPÁ. Bueno, ya estamos cerca del día de la celebración.

MAMÁ. Sí, ya sólo faltan dos días; espero no volverme loca con los preparativos, el arreglo de la casa, las compras…

PAPÁ. Y la cena.

MAMÁ. Sí, claro, y la cena.

HIJO. ¡Qué lindo! Yo me voy a divertir mucho jugando con mis amigos.

MAMÁ. ¿Y vos, Rocío? ¿Qué estás leyendo?

HIJA. ¿Ah? ¡Ah! Estoy leyendo una interesante novela navideña.

PAPÁ. ¡Ah, qué bien! ¿Y de qué trata?

HIJA. Trata acerca de José y María y los mesoneros que ya no tenían lugar para que ellos posaran.

PAPÁ. Me parece interesante.

HIJO. Para mí no.

HIJA. ¿Ah, no? Pero a mí sí.

MAMÁ. Bueno, ya van a empezar… Mejor hagamos algo productivo. Julio, andá a la despensa y traeme algunas cosas que me faltan para la comida.

HIJO. ¿Yo otra vez? Nooooo…

MAMÁ. ¡Qué no! Andá ahora mismo, o si no nos quedamos en ayunas. Y vos, Rocío, cuando venga tu hermano, necesito que me ayudes a preparar la comida.

HIJA. Pero mamaaaá, yo no sé.

MAMÁ. Y es para saber hacer, mi hija.

HIJA. Bueno.

PAPÁ. Ok, yo me voy un ratito acá al ladito.

MAMÁ. No, ¿qué al ladito? Ya pronto te olvidaste de la rotura del grifo de la cocina, ¿verdad?

PAPÁ. No, justamente iba a ver ahora eso.

MAMÁ. Ah, ¡qué bien! Me alegra.

(Salen todos.)



ESCENA II

(En escena, Rocío leyendo la novela.)

HIJA. “En la penumbra de una noche silenciosa, la silueta de José y María iban marcando un surco invisible en la oscuridad. Quizás la radiante luna haya sido la única luz en ese oscuro momento de sus vidas…”

(En una escena inferior aparecen José y María.)

MARÍA. José, ya estoy cansada. ¿Podemos descansar un rato?

JOSÉ. Ya, sólo un poco más, ya estamos llegando. Esas parecen ser las últimas posadas. Cuando consigamos un lugar, ahí vas a descansar como se debe.

MARÍA. Está bien, porque parece que ya está por llegar.

JOSÉ. Ya lo sé, y estoy seguro de que lo hará bajo un cálido techo.

(Salen por el otro lado.)

(En escena, MESONERO 1 y MESONERO 2.)

MESONERO 1. ¡Qué cansado estoy! Estuve recibiendo gente hasta casi las tres de la madrugada.

MESONERO 2. Yo te superé: cuando eran las tres y media más o menos, iba llegando una pareja desde Nazaret pidiendo posada, y se la di.

MESONERO 1. ¡Ah, sí! También llegaron a mi posada, pero se veían tan pobres… ¿No estabas lleno en tu mesón?

MESONERO 2. Sí, pero la mujer estaba a punto de dar a luz, y no podía dejarla ir sin hacer algo.

MESONERO 1. ¿Y qué hiciste?

MESONERO 2. Le arreglé el establo para que estén allí.

MESONERO 1. ¿El establo? ¿Acaso estás loco?

MESONERO 2. ¿Y qué otra cosa podía hacer? Fui el único que hizo por lo menos algo. Además, dejé el establo mejor que las habitaciones que alquilé.

MESONERO 1. ¡Ah, qué bien!

MESONERO 2. Luego nació el bebé; era un niño. Pero lo llamativo de todo fue que después fueron llegando pastores del campo. Estaban tan emocionados que lo único que decían es: “¿Dónde está el recién nacido del pesebre?”

MESONERO 1. ¿Y lo vieron?

MESONERO 2. Sí, y hasta le hicieron reverencias. Creo que decían que éste es el Mesías prometido.

MESONERO 1. ¿El Mesías? No me hagas reír, el Mesías no nacería en un pesebre, sino en un palacio como el de Herodes.

MESONERO 2. Quizás, pero todo esto que ocurrió me hizo pensar mucho. Quizás sea cierto lo que dijeron los pastores
.
MESONERO 1. Pues yo no lo creo, son sólo cuentos.

MESONERO 2. ¿Y si no? ¿Qué te parece haber posado al Mesías en tu mesón?

(Mesonero 2 hace un gesto como que no sabe, luego, ambos se retiran.)



ESCENA III

(Ingresan Papá, Mamá y detrás de ellos Hijo.)

MAMÁ. Sea lo que sea, fue lo mejor. No sabemos quiénes pueden ser esas personas, y además esta noche recibimos la Navidad y en familia.

PAPÁ. Sí, pero hay que tener en cuenta que son personas que en este momento necesitan un favor.

MAMÁ. Sí, pero Pedro, no podemos arriesgarnos.

HIJA. Papá, mamá, ¿qué está pasando?

MAMÁ. Nada, mi hija.

PAPÁ. No, Rocío, mejor se lo contamos. Mirá, Rocío, hace un rato mientras tomábamos tereré en el patio, vino llegando una pareja de apariencia un tanto pobre. Dijeron que vinieron del interior y que recién mañana podrían volver a su pueblo.

MAMÁ. Pidieron poder alquilar por una noche la pieza que solemos alquilar y que ahora no está habitada.

HIJA. ¿Y cuál es el problema para que se queden?

MAMÁ. Pero, mi hija, hace mucho que no alquilamos, y además, no te imaginás el peligro que eso significa.

PAPÁ. Sí, eso lo dice de labios para afuera, pero en el fondo sabe que deberíamos haberle cedido la pieza.

MAMÁ. Lo se, pero hicimos lo que nos parecía correcto.

HIJA. Bueno, creo que ya sabemos lo que tenemos que hacer.

HIJO. Sí, yo escuché que recién bajaron por la otra calle.

PAPÁ. Vamos, entonces.

(Salen.)



ESCENA IV

(En escena Mamá, Hijo y Papá.)

MAMÁ. ¡Qué lindo estuvo todo anoche!

HIJO. La verdad que sí, a pesar de que nos pasamos horas buscando a la pareja.

PAPÁ. La verdad que sí, casi hicimos algo muy penoso.

HIJO. Sí, pero menos mal que pudimos encontrarlos.

(Entra la Hija.)

HIJA. Oigan, ¿quién sabe qué pasó de la pareja que anoche estuvo en la pieza de alquiler?

MAMÁ. Y ahí no más en la pieza, mi hija. Estuve fijándome desde tempranito, y ni abrieron la puerta siquiera.

PAPÁ. Y tampoco se tocó el portón, porque hace un ruidazo y siempre escucho cuando los inquilinos entran o salen de madrugada.

HIJA. Pero si la pieza está vacía, y la cama está fría, como si nadie hubiera estado ahí.

HIJO. No puede ser. Si antes de las doce ya estaban dormidos de tan cansados que estaban.

MAMÁ. Vamos a ver, Julio (Salen Mamá e Hijo.)

HIJA. Papá, tengo una duda, ¿por qué fuiste partidario de que la pareja se quedara en casa? Porque siempre habías dicho que cuando se duda de la gente, mejor no dejar que entren en la casa.

PAPÁ. Bueno, nunca se sabe. La Palabra de Dios nos enseña que muchos sin saberlo hospedaron en su casa ángeles, así que no hay que olvidar la hospitalidad.

HIJA. Papá, ¿acaso leíste el libro que yo también estoy leyendo?

PAPÁ. ¿Por qué lo decís?

HIJA. No, por nada.

(Entran Mamá y Julio)

MAMÁ. Es cierto, la pieza está fría e intacta.

HIJO. ¿Viste? Parece como que nadie estuvo ahí desde hace meses.

PAPÁ. Vaya, ¡qué raro! ¿Verdad, Rocío?

HIJA. Sí, verdad. ¡Qué raro! ¿No será que hospedamos ángeles sin saberlo?

MAMÁ. Y, la verdad, ¿quién sabe?

HIJA. Lo que sí aprendimos es que quizás para muchos este tiempo significa que tenemos que adornar la casa, salir a hacer compras, o divertirnos.

MAMÁ. O preparar una buena cena.

PAPÁ. Pero aprendimos que aunque hagamos todo eso, no debemos olvidarnos de los que necesitan pan, o un abrigo, o simplemente, estrechar una mano amiga. ¡Vamos, afuera hace un lindo día!