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2012 - España
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La silla

10 Minutos y 4 Personajes + Extras. Un joven se va apartando más de la iglesia, se junta con malas compañías y no se da cuenta de que se ve envuelto en el pecado. Cuando quiere salir no puede hacerlo solo y finalmente con la ayuda de su pastor logrará salir de ese trance.


LA SILLA
Mérida Fauré Roa




PERSONAJES

SAMUEL (Cristiano descarriado)
AMIGOS DEL MUNDO
ANA (Amiga cristiana)
HOMBRE FUERTE
PASTOR

La escena ocurre en una plaza. Hay varios asientos (uno de ellos tiene un cartel con la palabra “PECADO”. Samuel está junto a un grupo de amigos que están fumando y bebiendo. Están de pie. Conversan de fiestas y otros acontecimientos. Los amigos ofrecen cigarros y alcohol a Samuel, quien al principio no acepta pero luego, temeroso, acepta fumar un poco. Más tarde el joven se retira.

SAMUEL. Amigos, ya debo irme. Tengo que llegar temprano a casa porque mis padres van a salir. (Comienza a despedirse de ellos.)

AMIGOS. ¿Acaso tus padres todavía te mandan? ¡Quédate un momento más! ¡Bebe un poquito! (Lo molestan porque tiene que retirarse, lo invitan a quedarse, le ofrecen alcohol y cigarros pero Samuel se niega, se despide, y camina hacia su hogar.)

(Camina unos pocos pasos y ve que su amiga de la iglesia, Ana, se acerca. Se coloca un poco nervioso, intenta regresar al grupo de amigos para que Ana no lo reconozca, pero ya es demasiado tarde…)

ANA. ¡Hola, Samuel! Qué gusto me da verte. Hace tiempo que no te veía. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué no has ido a la iglesia? Te echamos de menos, se nota tu ausencia.

SAMUEL. Hola Ana. Bueno, es que no he tenido tiempo. Además, ya no tengo muchos deseos de asistir al culto.

ANA. Pero, ¿por qué? ¿Acaso Dios ya no es importante para ti?

SAMUEL. Lo que pasa es que tuve algunos problemas con el pastor y otros hermanos. Me han calumniado. Quería hacer grandes cosas para beneficio de la obra de Dios, pero ellos no comprendieron, no me quisieron ayudar. Además, en esos momentos difíciles me sentí tan solo y nadie estuvo conmigo. Si Dios me hubiese amado, no habría permitido que eso aconteciera. Por eso no quiero ir más a la iglesia. Todos me han desilusionado. Además, ya tengo un grupo de amigos que son súper buenos.

ANA. Pero Samuel, lo que tienes que tener presente es que Dios sí te ama. No importa que los demás te desechen, nuestro Señor nunca lo hará. Jesús tuvo confianza en ti, tú no lo puedes defraudar. Él nunca pondrá en tus hombros más carga de la que puedas llevar. Si pasaste por ese tipo de dificultades es porque Dios quiere hacer algo importante en tu vida, te está esperando para que cumplas una misión.
Asimismo, los seres humanos se equivocan, no podemos mirar a quienes van al frente como seres que no les es lícito errar. Son personas, al igual que nosotros, con virtudes y defectos.
También tienes que pensar que posiblemente no les expresaste claramente lo que anhelabas. Puede ser que no te hayan comprendido bien la idea o puede que… (Samuel la interrumpe.)

SAMUEL. ¡Ya, Anita! Lo que pasa es que tú estás en el primer amor. Yo no. Disculpa, debo irme. Otro día hablamos. (Se despide.)

ANA. Bueno, Samuel, pero oraré por ti. Sé que el Señor te va a ayudar. (Se va.)

SAMUEL. (Se detiene, ve varios asientos, se acerca a uno de ellos el cual tiene un cartel pegado en el respaldo que dice: “PECADO”. Él no se da cuenta y se sienta.) Anita está fanática, bueno, al menos se ve feliz. ¡Se me había olvidado, mis padres tienen que salir, debo irme!

(Samuel intenta levantarse, pero no puede, está pegado a la silla. Hace innumerables intentos para desprenderse de ella pero le es imposible. Comienza a desesperarse. Llama a sus amigos que están cerca para que le ayuden.)

POr favor, ayúdenme, no puedo pararme (los amigos en principio no le creen pero luego se dan cuenta que es verdad, intentan pararlo pero no pueden. Se aburren y se van.)

(El joven desesperado grita pidiendo ayuda. aparece un hombre fuerte, musculoso el cual se jacta de su fuerza.)

HOMBRE FUERTE. ¿Qué te ha pasado, muchacho? ¿No puedes pararte de esa endeble silla?

(Samuel le cuenta lo que ha pasado y pide que lo ayude.)

HOMBRE FUERTE. No te preocupes, yo te ayudaré; pero te advierto que vas a salir volando… (Comienza a tirarlo, hace gestos de estar realizando mucha fuerza pero no logra pararlo.)

(Cuando está el hombre fuerte intentando parar a Samuel pasa Ana. Al ver que es su amigo se acerca a él y el joven le cuenta lo que ha pasado. Ana dice que va a buscar ayuda y vuelve. Regresa con el Pastor de la Iglesia.)

SAMUEL. Pero, ¿por qué trajiste al pastor? Si este hombre que es más fuerte que él no me ha podido ayudar, ¡menos lo hará el!

PASTOR. Pero Samuel, ¿por qué te sentaste ahí? ¿No viste lo que decía? (Le muestra el cartel con la palabra "Pecado".)

SAMUEL. Pero si es sólo un trozo de cartón, además, ¿qué tiene que ver conmigo? Si usted vino a reprenderme es mejor que se vaya.

PASTOR. Yo te vine a ayudar.

(Samuel estira sus brazos para que el pastor comience a tirarlo pero el pastor se hinca y comienza a orar en voz alta, y pide al Señor que levante a Samuel de esa silla. Samuel indignado le grita.)

SAMUEL. Pero, ¿cómo se le curre ponerse a orar en este momento? ¡Es lo único que me faltaba! Un fanático orando y yo aquí tengo que escucharlo, ¡porque no me puedo parar! (Le grita al Pastor que se calle, le toca el hombre desesperado e indignado.) ¿Acaso piensa que con su oración yo podré pararme? (Hace intento de levantarse y se para fácilmente. Se sorprende. No lo puede creer. Se ha levantado y nadie lo tiró para que lo hiciera. Entonces comprende que fue la oración de su pastor la que lo levantó. Se arrodilla al lado del pastor, lo abraza y le dice que gracias a su oración se ha levantado. Le pide perdón por su incredulidad. Por no haberse dado cuenta que poco a poco se estaba haciendo esclavo del pecado y que ya se le estaba haciendo imposible salir... Llora, el pastor lo abraza.)

¿Dónde están tus hijos?

13 Minutos y 6 Personajes. Un matrimonio está siempre discutiendo y no prestan atención a su hijo. El joven encuentra refugio en la banda del barrio y cuando los padres quieren reaccionar será demasiado tarde.


¿DÓNDE ESTÁN TUS HIJOS?
Beto Paez




PERSONAJES

PAPÁ
MAMÁ
JUAN
TIPO 1
TIPO 2
VOZ EN OFF


ESCENA 1

(Se encienden las luces. Están en escena los padres de Juan discutiendo acaloradamente de las finanzas del hogar, llega Juan.)

PAPÁ. ¡Es increíble cómo pudiste gastar tanto en este mes, mujer!

MAMÁ. ¿Y qué culpa tengo yo si no ganas lo suficiente, ah?

PAPÁ. ¿De qué hablas si me rajo el lomo por esta familia?

JUAN. Ya llegué.

(Los padres ni se percatan que su hijo ya ha llegado y siguen discutiendo como si nada.)

MAMÁ. ¿Ahora te vas a hacer la víctima, no? Típico de ti.

JUAN. ¡¡Hola!! (Casi gritando.) Que ya llegué, digo.

PAPÁ. ¡Ja! Pero si toda la culpa es tuya.

JUAN. Saqué cero en mate y creo que voy a reprobar.

MAMÁ. ¿Mi culpa? ¿Mi culpa? ¿Y por qué mi culpa?

JUAN. Necesito que me ayudes, papá.

PAPÁ. Si dejaras de pasar tanto tiempo en ese teléfono tal vez nos alcanzaría.

JUAN. Y los tipos de la esquina siguen molestando, ¿qué hago?

MAMÁ. Y si dejaras de gastarte la plata en tus chumas con tus amigos, nos alcanzaría más.

JUAN. Es inútil, (decepcionado) es como si hablara con la pared… al menos ella no habla mientras yo lo hago.

(Juan sale de escena triste, sus padres siguen discutiendo, se apagan las luces.)


ESCENA 2

(Se encienden las luces. Están en la calle los tipos malos conversando entre ellos, pasa por allí Juan y lo detienen.)

TIPO1. ¡Ey, Juanito! ¿A dónde vas amigo? (Lo toma del brazo y no lo suelta.)

JUAN. Déjenme en paz…

TIPO 2. Tranquilo, carnal, no te haremos nada.

TIPO1. Sólo queremos que nos des algo de money para comprar… bueno, ya sabes…

(Ríen entre ellos, menos Juan que se empieza a alterar y trata de zafarse.)

TIPO 2. No te esponjes, Juanito, y danos lo que queremos a las buenas.

JUAN. ¡Que no tengo nada!

TIPO 1. A ver (le da un golpe en el estomago y hurga sus bolsillos, encuentra el dinero) Ah… ¿Que no, Juanito? (Lo tira al suelo y salen riendo y burlándose de Juan, se apagan las luces.)


ESCENA 3

(Se encienden las luces. El padre de Juan está en casa cuando éste llega.)

PAPÁ. Y, ¿dónde estabas? ¡Mírate, no más! ¿Ya volviste a pelear, no?

JUAN. Pero papá, tú no sabes lo que pasó…

PAPÁ. No me interrumpas, ya sé lo que pasó, siempre te andas metiendo en líos, mocoso…

JUAN. Pero no fueron así las cosas, ¡tú no entiendes…!

PAPÁ. ¡Que no me interrumpas, te digo! Estás castigado, sube a tu cuarto ahora mismo y no sales. (El padre sale de escena se queda solo Juan.)

JUAN. ¡Es increíble, ni siquiera me escuchó, ni supo dónde estuve…! Le voy a dar un verdadero motivo para que me castigue ese viejo… ya va a ver…

(Sale de escena Juan, se apagan las luces.)


ESCENA 4

(Se encienden las luces. Está la mamá conversando por teléfono, apenas si se entiende lo que dice, entra Juan.)

MAMÁ. ¡En serio! No te lo puedo creer, qué irresponsables los Naranjo con su hijo…

JUAN. Voy a salir, ya vengo.

MAMÁ. ¡Bien hecho! Se lo merecen por ser malos padres porque…

JUAN. No sé a qué hora venga…

MAMÁ. Sí, sí… No me molestes que estoy ocupada.

JUAN. Bueno, adiós.

MAMÁ. Y, ¿qué pasó con la María? ¿En serio? Y eso que ni sabes que…

(Sale Juan meneando la cabeza, la mama sigue hablando por teléfono, se apagan las luces.)


ESCENA 5

(Se encienden las luces. Están en la calle los tipos malos metidos en su vicio, llega Juan.)

JUAN. ¡Ey!

TIPO1. Juanito, ¿otra vez por aquí?

TIPO 2. ¿Que eres masoquista o qué? ¿Quieres que te volvamos a dar una paliza? ¡Ja, ja!

JUAN. No… quiero… quiero… unirme a ustedes

(Los tipos ríen entre ellos pero al ver la seriedad de Juan dejan de reír.)

TIPO 1. ¡Miren nada más a Juanito, el buenito quiere ser uno de la pata!

JUAN. ¡Sí! Ya estoy cansado de mi casa, necesito gente que me entienda y sea mi amiga

TIPO 2. Pues has venido al lugar correcto carnal.

TIPO 1. Na’ más tienes que bautizarte pa’ ser parte de nosotros (saca una bolsa de cocaína.)

JUAN. ¿Y qué es eso?

TIPO 2. Harina de repostería… (Le da un golpe en la cabeza.) Es cocaína, tonto, métetela todita carnal.

TIPO 1. Vamos, te enseño cómo hacerlo mi’jin.

(Salen de escena hablando entre ellos, se apagan las luces.)

VOZ EN OFF. Así… Juan me metió por malos caminos, y como era típico en su familia, sus padres ni cuenta se dieron de dónde estaba su hijo, ni se interesaron por averiguarlo… estaban metidos en su propio mundo sin darse cuenta de que su único hijo se estaba perdiendo…


ESCENA 6

(Se encienden las luces. Están en casa los padres de Juan discutiendo.)

MAMÁ. ¡Ya era hora que llegaras! ¿Dónde rayos estabas?

PAPÁ. Trabajando, ¿qué esperabas?

MAMÁ. Mentira, de seguro te fuiste con tus amigos a beber…

PAPÁ. ¿De qué hablas? ¡Estás loca, mujer!

MAMÁ. Ya no pasas tiempo con nosotros, nos has descuidado a mí y a tu hijo… (Empieza a llorar.)

PAPÁ. Ya no dramatices, mujer… Por cierto, ¿dónde está Juan?

MAMÁ. Pues… este… en su cuarto, creo.

PAPÁ. ¿Como que creo? ¿Como que creo? ¿No sabes que ya es media noche? ¡Cómo puedes descuidarlo así!

MAMÁ. El burro hablando de orejas. ¡Quien lo ha descuidado eres TÚ! Por si no sabes reprobó en matemáticas y está a punto de perder el año.

PAPÁ. ¿Y por qué no me lo han dicho? (Furioso.)

MAMÁ. Te lo dijo él mismo pero, como siempre, “el señor trabajo” no tuvo tiempo para escuchar a su hijo y…

(Suena el teléfono.)

PAPÁ. Pero, ¿quién será a esta hora? Deja de parlotear y contesta el teléfono.

MAMÁ. (Coge el auricular.) Halo… Sí, con la misma… ¿Qué? ¿Cómo dice? (Comienza a alterarse.) ¡No, no puede ser, debe ser una equivocación! (Llora.) No, mi hijito, no…

(Suelta el teléfono y cae de rodillas llorando desconsoladamente.)

PAPÁ. Pero, ¿qué pasa? ¡Anda, dime! ¿Qué le pasó a Juan?

MAMÁ. ¡Está muerto! ¡Está muerto!

PAPÁ. Pero, ¿cómo? ¿Por qué? (Rompe en llanto.)

(Los dos se abrazan y lloran juntos comienzan a lamentarse.)

VOZ EN OFF. Los padres de Juan recibieron la terrible noticia de que su hijo había muerto en una balacera entre pandillas.

PAPÁ. ¿Por qué no me di cuenta en qué se había metido? ¿Por qué no hice nada?

MAMÁ. ¡Mi hijo, no…!

(Entra Juan vestido todo de blanco simulando ser un espíritu, sus padres no pueden verlo ni oírlo.)

JUAN. Ya es muy tarde… no logran nada lamentándose... cuando estuve vivo no se preocuparon por mí, no se preocuparon por lo que estaba haciendo… no se preocuparon por dónde estaba… ahora ya sabrán donde estaré… en una tumba por siempre… (se dirige al público) ustedes, no permitan que a sus hijos les suceda lo que a mí, no esperen a que sea tarde para querer acercarse a ellos, para querer ser sus amigos… para saber… dónde están sus hijos.

(Se apagan las luces.)
(Se debe dar un mensaje final dirigido tanto a los padres como a los hijos.)

Las máquinas del Siglo XXI

6 Minutos y 7 Personajes. Un hombre desesperado busca llenar su vacío espiritual por todas las opciones que le ofrece el mundo. Se da cuenta de que Jesús es el único camino pero las máquinas lo matan. El hombre piensa suicidarse pero Jesús le anuncia que Él es la resurrección y la vida.


LAS MÁQUINAS DEL SIGLO XXI
Luis Castillo Gustavo Villegas

PERSONAJES

DESESPERADO
JESUCRISTO
MÁQUINA 1 (FILOSOFÍA)
MÁQUINA 2 (POLÍTICIA)
MÁQUINA 3 (DINERO)
MÁQUINA 4 (ALCOHOL)
MÁQUINA 5 (DROGAS)

(Las Máquinas entran como robots al escenario y se ubican en una fila, una al lado de otra. Con una posición estática miran al frente y tienen su brazo derecho levantado hacia el frente, pegado al torso y flexionado, como si fuera una palanca. Desesperado sale del público pidiendo ayuda y buscando una solución a sus problemas. Desesperado llevará en su espalda una carga pesada que representará los problemas, su vacío espiritual y su angustia)

DESESPERADO. (Pide ayuda al público pero nadie puede ayudarlo. Llega al escenario casi arrastrándose, en una actitud de que ya no puede más con su carga, hasta que ve a las máquinas.) ¡Máquinas! ¡Máquinas del Siglo XXI! ¡Ustedes son la solución a mis problemas, porque ya no puedo más con esta carga tan pesada! Máquina, tal vez tú puedes ayudarme. (Llega hasta la primera máquina y le baja el brazo.)

(Cada máquina, al bajarle cobra vida.)

MÁQUINA 1. Creo que tengo la solución a tus problemas. La Filosofía puede ayudarte. Las religiones son tu solución, la hechicería, el ocultismo, la nueva era. ¿Sabias que tú desciendes del mono? La Filosofía es tu solución. ¡La Filosofía! ¡La Filosofía! ¡La Filosofía! (La máquina se retira a su posición original susurrando estas palabras.)

DESESPERADO. (Mientras la máquina habla, él recibe esa solución susurrando su nombre en voz de baja. Pero luego que la máquina vuelve a su posición original, él grita.) ¡No! ¡La Filosofía no es la solución! Pues pasé por todas esas cosas y sólo conseguí vivir engañado. (Pide ayuda a la Máquina 2.) Máquina, tal vez tú eres la solución a mis problemas, porque no puedo más con esta carga tan pesada. (Baja el brazo a la Máquina 2.)

MÁQUINA 2. Yo tengo la respuesta a tus problemas: la política. Esa es tu solución. Tendrás mucho poder. Dominarás a mucha gente. Podrás alcanzar altos niveles en la sociedad. Afíliate a mi partido y verás que esa es la solución. (Se retira a su posición original mientras susurra.) ¡La política! ¡La política! ¡La política!

DESESPERADO. (En un principio recibe muy contento la solución pero luego dice…) ¡No! ¡La política no es la solución! Pasé por todos los partidos pero ninguno cumplió lo que me prometió. (Se vuelve hacia la máquina 3.) Máquina, tal vez tú eres la solución a mis problemas. (Baja el brazo a la Máquina 3.)

MAQUINA 3. ¡Claro que yo tengo la solución! El dinero es la solución. Con el dinero podrás tener muchas mujeres, muchos placeres. Podrás comprar la amistad de las personas. Te respetarán. El dinero es la solución. (Se retira a la posición original mientras susurra.) ¡El dinero! ¡El dinero! ¡El dinero!

DESESPERADO. (Recibe la solución con alegría, pero luego dice...) ¡No! ¡El dinero no es mi solución! Tuve mucho dinero. Tuve muchos deleites pero sólo conseguí un gran vacío en mi corazón. (Se vuelve a la máquina 4 para pedir su ayuda; le baja el brazo.)

MAQUINA 4. (Cobra vida, y en actitud de ebriedad ofrece la solución.) Pero mi amigo, ¿por qué no acudiste a mí? Ven a tomar un trago. Esta es la solución. Mira, podrás emborracharte y olvidarte de tus problemas. Toma, amigo mío. El alcohol es la solución. (Vuelve a la posición original mientras susurra.) ¡El alcohol! ¡El alcohol! ¡El alcohol!

DESESPERADO (Recibe la solución en un principio, como en las otras ocasiones, pero luego dice…) ¡No! ¡El alcohol no es mi solución! Yo amanecía bebiendo por días… por semanas. Por ello perdí a mis hijos. Por ello perdí mi hogar. El trago sólo arruinó mi hogar. No es la solución. (Se dirige a la máquina 5. Pide ayuda y le baja el brazo.) Máquina, tal vez tú eres la solución a mis problemas.

MAQUINA 5. (Cobra vida; actúa de manera errática.) ¡Claro que tengo la solución! ¡Las drogas! ¡Toma, prueba! (Saca una pastilla y se la da.)

DESESPERADO. (Rehuyendo.) ¡No! ¡Esa no es mi solución! Pasé por las drogas. A raíz de ello perdí mi trabajo, al no tener dinero comencé a vender las cosas de mi casa al venderlo todo me dediqué a robar.

MAQUINA 5. (Se dirige al público.) ¡Mira cómo se ríen! Eres un despreciado de la sociedad. Mira, nadie te quiere, pero yo te voy a dar la solución definitiva: ¡Suicídate! ¡Suicídate! ¡Suicídate!

(Vuelve a su posición original susurrando esta palabra.)

DESESPERADO. (Empieza a llorar desesperadamente, mientras dice…) ¡El suicidio es mi solución! (Se arrodilla y pone los brazos sobre la cabeza mientras se inclina hasta el suelo.)

JESUCRISTO. (Sale al escenario, y se ubica en el centro, frente al público, con las manos levantadas dando la espalda a las máquinas.) YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA. NADIE VIENE AL PADRE SINO POR MÍ.

(Las máquinas caminan hasta situarse frente a Jesucristo. Las máquinas 1 y 5 clavan las manos de Jesús. Las máquinas 2 y 4 clavan sus pies, y la tercera máquina le coloca una corona de espinas imaginarias. Luego regresan a su posición original. Jesucristo cae muerto al suelo.)

DESESPERADO (Mientras las máquinas crucifican a Jesús, él grita…) ¡Máquinas! ¿Qué están haciendo? ¡Noooooooooooo! (Una vez que Jesús cae al suelo, él todavía en el suelo y de rodillas, haciendo mucha lamentación y acusándoles de haber matado a Jesús, dice.) ¡Han matado a Jesús! ¡Han matado a mi única solución! ¡Ustedes han matado a Jesús con sus pecados y rebeliones! ¡Máquinas asesinas! (Luego se dirige a Jesús.) Jesús, eras mi única solución. Ahora no tengo nada más que suicidarme.

JESUCRISTO. (Se levanta con las manos levantadas.) YO SOY LA RESURRECCION Y LA VIDA, EL QUE CREE EN MÍ AUNQUE ESTÉ MUERTO VIVIRA. (Juan 11:25)

(Al comunicar Jesús estas palabras, las máquinas se doblan de la cintura, como muertas. Se quedan en esa posición hasta el fin.)

FIN

El nuevo nacimiento

6 Minutos y 4 Personajes. Una familia pobre sufre porque el padre gasta el poco dinero que tienes en alcohol. Lo que no sabrán es que una nochebuena, al pasar junto a una iglesia, el corazón de este padre cambiará por completo.


EL NUEVO NACIMIENTO




PERSONAJES

MADRE
HIJA
DON JULIO
NARRADOR


ESCENA 1

MADRE. Vaya a acostarse, hijita. Ya es tarde, acaban de dar las diez.

HIJA. No, mamá, no tengo sueño todavía. Hoy es noche buena ¿No oyes qué alegre pasa la gente por la calle? Además, espero a papá. No tardará en llegar.

MADRE. ¡Ay! Hijita mía, la noche buena, no es para los pobres como nosotros...
Además, su papá debe estar celebrando con sus amigos y gastando el poco dinero que tiene. Duérmase, yo lo esperaré.

HIJA. Es que no puedo dormir. La navidad es alegre, en cambio usted se ve tan afligida…

MADRE. No, no estoy afligida. Solo presiento que ésta será la más triste navidad que hayamos pasado. ¡Ay! Dios mío, ampara a mi esposo, para que nada le ocurra.

HIJA. Comprendo mamá, mi papá te hace sufrir. ¡Ay! Ese vicio…

(Salen ambas de escena.)

NARRADOR. Lo que no saben esta madre y su hija es que Don Julio, aquel hombre tan malo, que tanto había hecho sufrir a su familia, ahora es un hombre totalmente distinto, porque Dios ha cambiado su vida en un abrir y cerrar de ojos. Mientras caminaba por la calle, ebrio y sucio, escuchó el canto que provenía de un pequeña iglesia. Al entrar, Jesús lo estaba esperando para transformarlo y hacerlo un hombre feliz.

(Aparece Don Julio solo en escena.)

DON JULIO. Gracias Señor Jesús por ese mensaje de Salvación. Al entender el verdadero significado de la Navidad, me ha llegado al Alma. Desde hoy y para siempre, Cristo ha nacido en el pesebre de mi corazón. Confieso que soy un pecador que he vivido hundido en los vicios, perdido en la maldad. Pero ahora mi Señor, soy feliz porque tú naciste en mi corazón. Desde hoy iré a la Iglesia con mi esposa y mi hija.


ESCENA 2

(Aparece en escena, la madre con la hija, y golpea la puerta Don Julio.)

HIJA. ¿Quién será? No creo que mi papá. Él siempre golpea la puerta más fuerte, o entra violentamente.

(Otro golpe.)

MADRE. ¡Ay! Hijita, vaya a acostarse. Yo voy a abrir la puerta; puede que venga ebrio otra vez.

(Otro golpe, y va a abrir la puerta.)

DON JULIO. ¡Mi amor, hijita! Les traigo unos regalitos de Navidad. Toma hijita, para ti uno, y el otro para ti, mi amor.

HIJA. ¡Papá, papito! Qué cambiado vienes.

MADRE. Pero, ¿qué pasó? No sé qué pensar. Y para ti ¿no compraste nada?

DON JULIO. No, lo que tengo ahora no se compra con dinero. Para mí he adquirido una cosa de mucho más valor que todo lo terrenal. Recibí a Cristo como mi salvador personal. Dios me ha hecho salvo, ahora comienza mi verdadera vida.

MADRE. Bendito sea Dios, Julio, que respondió a mis súplicas.

NARRADOR. De este modo, mostrado en forma muy simple, Cristo nació en un nuevo pesebre, llenando de ricas bendiciones, un hogar que estaba para ser destruido. Y aquella esposa supo que la Navidad es también para los pobres, cuando Jesús el Salvador nace en el corazón.

(Cantan Noche de Paz.)

Sueño de Navidad

20 Minutos y 12 Personajes + Coro ángeles. Es la historia de un hombre alcohólico a punto de divorciarse que rechaza a Dios cuando un pastor le habla de Él. Está a punto de suicidarse en un hotel una noche antes de Navidad pero Dios le habla a través de un sueño.

SUEÑO DE NAVIDAD

PERSONAJES

PASTOR
JUAN
CARLITA
SUSANA
DIOS
JEREMÍAS
JACOBO
ÁNGEL
NARRADOR
JOSÉ
MARÍA
CORO ÁNGELES


ACTO I

(Se desarrolla en una plaza o parque en donde se encuentra u coro cantando villancicos de Navidad y un pastor repartiendo folletería. Juan va pasando por ahí, un poco desaliñado de su ropa y con fuerte aliento alcohólico. El pastor se le acerca para entregarle un folleto y se presenta el siguiente diálogo. En el fondo el coro canta villancicos navideños.)

PASTOR. Buenas noches, ¿me permite entregarle un folleto?

JUAN. No, esas cosas a mí no me interesan ahora.

PASTOR. Léalo, contiene un mensaje importante para usted. Hablar del lugar al cual iremos después de esta vida.

JUAN. No pierda su tiempo, yo ya sé a donde iré: me voy a ir al infierno por borracho así que no insista, no me interesa hablar de Dios… Ya estoy harto de oír de Dios…

PASTOR. Está bien, vamos a estar viniendo varios días a este lugar por si después le interesa. De cualquier manera, buenas noches y Dios le bendiga.

JUAN. (Refunfuñando se aleja del lugar.) ¡Dios le bendiga, Dios le bendiga! Estoy cansado de escuchar lo mismo. Dios no existe y si existiera no me interesaría saber nada de él.


ACTO II

(Hay dos escenarios: el cuarto de un hotel y a lo lejos la estancia de una casa con un arbolito de Navidad. Primero se ilumina la estancia y aparecen una mujer y una niña.)

CARLITA. Mamá, ¿regresará mañana papá para la cena de Navidad?

SUSANA. No sé, hija, tu padre se fue de viaje y no sé cuándo regresará.

CARLITA. Se fue porque están enojados, ¿verdad? Hace días oí que estaban peleando. ¿Fue por mi culpa, mamá?

SUSANA. No, hija, no fue por tu culpa. A veces los papás peleamos simplemente por tonterías pequeñas que después se hacen grandes, diferencias de opinión pero tú no tienes la culpa. ¿Por qué dices eso?

CARLITA. Es que antes de que se fuera se molestó porque le estaba enseñando un dibujo que hice y me dijo que no le quitara el tiempo.

SUSANA. No le hagas caso… Andaba un poco tomado y cuando anda así no está consciente de lo que dice.

CARLITA. ¿Y por qué le gusta tomar esas cosas, mamá?

SUSANA. Mira, después te explico… Mejor sígueme ayudando para terminar de arreglar el arbolito.

(Se oscurece el cuadro anterior y se ilumina la escena del cuarto del hotel. Ahí se encuentra Juan al lado de una botella de vino y un bote de pastillas. Poco a poco va apareciendo una persona disfrazada de serpiente que observa atento la escena. Juan toma el bote de pastillas, lo mira fijamente y pone una gran cantidad en su mano. Las lleva a la boca y la serpiente sonríe.)

JUAN. (Avienta las pastillas al suelo.) No puedo tomarlas, ni siquiera eso puedo hacer bien. Estoy sólo en navidad, mi familia no me quiere, estoy convertido en una piltrafa. Dios, si de verdad existes, contéstame, ya no quiero vivir así, ayúdame, por favor. (Se duerme tirado en el suelo. La serpiente empieza a rodear a Juan cuando se escucha una voz fuerte.)

DIOS. Por cuanto me buscaste de todo corazón, me hallarás y yo te ofreceré una nueva vida.


ACTO III

(Juan aparece en el desierto. Al lado de unos pastores que estaban platicando en las vigilias de la noche. Vestido con ropa de pastor relativa a la época del nacimiento de Jesús despierta sorprendido.)

JUAN. ¿Qué está pasando aquí?

JEREMÍAS. No pasa nada, sólo fue el sonido de una lechuza. Vuélvete a dormir.

JUAN. ¿En dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes?

JACOBO. Te hizo daño la cena. ¿No nos reconoces? Somos tus hermanos: Jacobo y Jeremías y estamos cerca de la ciudad de Belén.

JUAN. ¿Soy un pastor? No pude ser, ahora sí Dios se equivocó. Esto no puede estar pasando…

JEREMÍAS. Hermano, Dios nunca se equivoca. Tal vez tuviste un mal sueño, vuélvete a dormir.

JUAN. Yo no soy su hermano y no vivo en esta época. Vivo el en siglo XXI.

JACOBO. ¿Qué es un siglo XXI?

JUAN. El siglo XXI, muchos años después, carros, civilización, televisión…

JEREMÍAS. Ahora sí que te estás volviendo loco o te pasaste con el vino, hermanito.

JUAN. No puede ser, reencarné y otra vez tengo fama de borracho.

JACOBO. No te preocupes, vuélvete a dormir y quizás despiertes en el lugar ése que dices.

(De pronto se ve una luz muy brillante. Aparece un ángel en lo alto y los pastores se asustan.)

ÁNGEL. No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. “Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador que es Cristo el Señor. Esto les servirá de señal: Encontrarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.”

(Enseguida aparecen más ángeles en el cielo y contestan a coro.)

ÁNGELES. “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad”.

(Se escucha como música de fondo ‘Gloria in Excelsis Deo’. Cuando terminan de decir eso desaparecen y se oscurece el escenario. De nuevo se enciende la luz y aparecen los pastores en un diálogo.)

JEREMÍAS. Vamos a Belén a ver esto que ha pasado y que el Señor nos ha dado a conocer.

JACOBO. Sí, vamos rápido.

JUAN. Esperen, ¿cómo que vamos a Belén? Yo tengo que regresar a donde vivía. Yo no quiero ir.

JEREMÍAS. ¿No entendiste el mensaje? Ha nacido el mesías en Belén. Hoy se cumple lo dicho por el profeta Miqueas: “Pero tú, Belén Éfrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.

JACOBO. Dios ha manifestado su gloria el día de hoy al enviarnos este mensaje a través de sus ángeles. Tenemos que ir a ver al niño y ofrecerle nuestra adoración pues es el Salvador que ha estado esperando nuestro pueblo por mucho años. Él es el libertador.

JEREMÍAS. Nosotros vamos, ¿quieres acompañarnos?

JUAN. Está bien, voy con ustedes.



ACTO IV

(Se desarrolla en un pesebre rodeado de paja en el cual aparecen José, María y el niño Jesús. Cerca de ahí van llegando los pastores.)

NARRADOR. Por aquellos días, Augusto César decretó que se levantara un censo en todo el Imperio Romano. Así que iban todos a inscribirse, cada cual a su propio pueblo. También José, que era descendiente del Rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Fue a Belén, la ciudad de David para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada.

JACOBO. Parecer ser que es allá. Vamos a verlo.

JUAN. Esperen, yo no puedo acercarme a Él: soy un gran pecador.

JEREMÍAS. ¿Por qué lo dices?

JUAN. Siempre he creído que existe Dios pero jamás lo he obedecido en nada, al contrario, mi vida está llena de egoísmo, de rebeldía, incluso he llegado a maldecirlo. No creo que quiera verme.

JACOBO. A Dios no le importa cómo ha sido tu vida. Todos aquí hemos pecado de alguna forma contra él sin embargo, si nos arrepentimos y le buscamos de corazón El no nos echará fuera.

JEREMÍAS. Sí, Juan, no pierdas la oportunidad de encontrarte con el Salvador. Él ha venido a este mundo a mostrarle el amor de Dios para con nosotros. ¡Vamos a verlo, no perdamos más tiempo!

(Los pastores se acercan al pesebre y se arrodilla viendo al niño y a su padres.)

JOSÉ. Hombre, ¿por qué hacéis esto?

JACOBO. Estábamos cuidando nuestros rebaños en la noche cuando de pronto se apareció un ángel y nos dijo que había nacido en la ciudad de David un Salvador que era el Cristo y que lo encontraríamos envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Por eso hemos venido a adorarle.

JOSÉ. María, ¿has escuchado lo que dice este hombre?

(María asiente con la cabeza.)

JUAN. ¿Puedo acercarme a ver al niño?

JOSÉ. Claro que sí.

(Juan está unos momentos cerca de Jesús y se queda en silencio. Después se aleja de la escena pensativo y se coloca en un extremo del escenario.)

JUAN. No lo entiendo, me miraste sin reprocharme nada a pesar de lo mucho que te he rechazado. ¿Por qué viniste a este mundo de esta forma? ¿Por qué te humillaste naciendo en este pobre lugar?

(De pronto se escucha otra vez una fuerte voz.)

DIOS. Juan, tienes mucho que aprender. Mi amor por ti es tan grande que excede tu entendimiento. Mi hijo Jesús tuvo que venir al mundo en forma de un pequeño que al tiempo cumpliría una misión muy importante: entregar su vida a cambio del perdón de los pecados de la humanidad.

JUAN. (Temeroso.) Pero Señor, soy un pobre borracho que ni siquiera es capaz de dejar de tomar. No merezco tu perdón.

DIOS. Para mí eres alguien valioso, yo conozco tus pecados. He estado presente cuando cometías cada uno de ellos pero sé que ahora tu corazón está arrepentido y si tú los confiesas y me pides perdón sinceramente yo te perdonaré y te limpiaré de tu maldad. Necesitas reconocer a mi hijo Jesucristo como el Señor y Salvador de tu vida, sólo a través de su sacrificio podrás ser salvo y tener paz. Si me buscas todos los días, te prometo caminar a tu lado y a través de mi santo espíritu te daré fuerzas para salir adelante y vencer la tentación.

JUAN. Sí, Señor, perdóname, por favor, ya no quiero ser igual, quiero que tu hijo Cristo entre en mi vida.

(Se oscurece la escena y se cierra el telón.)



ACTO V

(El escenario es el comedor de la casa de Juan, en donde se encuentran Susana y su hija sentadas a la mesa la noche de Navidad. De pronto se escucha el sonido de la puerta. Juan aparece con unas cajas de regalos.)

SUSANA. Hija, están tocando, abre, por favor.

CARLITA. ¡Mamá, mamá, mira quién llegó!

SUSANA. ¿Quién es, Carla?

JUAN. Soy yo, tu esposo.

SUSANA. ¿Qué haces aquí?

JUAN. Carlita, por favor, ve a tu cuarto un momento, tengo que hablar con tu mamá a solas.

CARLITA. Está bien, papá, pero, ¿te vas a quedar, verdad?

JUAN. Sí, me reciben claro que sí.

(Sale Carlita del escenario.)

JUAN. Vengo a pedirte perdón por todo el mal que te he hecho a ti y a mi hija. Quiero decirte que estoy dispuesto a cambiar.

SUSANA. Eso dijiste la última vez y volviste a caer en el alcohol. ¿Por qué debo creerte ahora?

JUAN. Ahora es diferente. Estos días tuve una experiencia que cambió por completo mi vida. Me reconcilié con Dios, tuve un encuentro muy especial con el Señor Jesucristo y lo acepté como Señor y Salvador de mi vida.

SUSANA. Pero si tú ni crees en Dios.

JUAN. Eso decía yo, pero en mi desesperación Dios tuvo misericordia de mí y me escuchó y a través de un sueño pude comprender cómo Dios expresó su amor por mí al mandar a su hijo Jesús a la tierra con un propósito: Salvar a la humanidad de su pecado no importándole el pasar dificultades, sufrir pobreza, frío, convertirse en humano como nosotros para que pudiéramos conocer a Dios a través de él.

SUSANA. Pues sí te escuchas diferente y eso del sueño es muy raro pero, ¿eso también significa que vas a dejar la bebida?

JUAN. Sí, estoy seguro que voy a logarlo con la ayuda de Dios. Antes luchaba yo solo y por eso no podía dejar de ser esclavo del alcohol pero ahora me doy cuenta que ese vicio lo único que hacía era matarme lentamente y alejarme de lo que más quiero que son ustedes: mi familia.

SUSANA. ¡Ay, Juan! Es que nos has hecho tanto daño… que no sé si pueda perdonarte.

JUAN. Sólo déjame intentarlo. Yo sé que soy una persona diferente y te lo voy a demostrar.

SUSANA. Está bien, vamos a intentarlo de nuevo. ¡Carlita, ponle un plato en la mesa a tu papá para que cene con nosotras!

CARLITA. ¡Sí, mamá, ahora lo llevo!

(Se escucha música mientras se acomodan para cenar.)

JUAN. Antes de cenar quiero que hagamos una oración para darle gracias a Dios por estar todos juntos: Señor, gracias por mi familia, gracias por esta noche, gracias por haberme traído de vuelta y rescatarme de la muerte, permite que esta Navidad podamos celebrar su verdadero significado: el regalo de salvación que tú tenías para nosotros, bendice los alimentos y quédate en nuestra casa. Amén.

(Se cierra el telón mientras se escucha un canto, posteriormente se hace un llamamiento al público y se entrega folletería.)

La puerta

40 Minutos y 8 Personajes. Un vagabundo ve desfilar delante de sí un número de personajes que acuden a la llamada de la puerta del Cielo. Cada personaje se siente llamado a entrar pero no todos están dispuestos a cambiar.

LA PUERTA
Luis Oliván


PERSONAJES

CONCIENCIA
VAGABUNDO
DAMA ELEGANTE
INTELECTUAL
SEÑOR
OBESO
REVERENDO
VOZ


PRÓLOGO

Aparece en escena la CONCIENCIA. Vestirá túnica blanca con grandes velos. La cara pintada de cuatro colores: blanco, negro, amarillo y rojo que representan las cuatro principales razas de la humanidad, es decir, la humanidad entera. Escenificará con movimientos rítmicos acordes con la música de fondo interpretada al piano, los siguientes pensamientos:


(Señalando distintas partes del Auditorio)
¿Sabes quién soy?
Soy tu conciencia... tu conciencia... tu conciencia.
Leo en tu pensamiento...
¿Qué haces aquí?
¿Por qué vienes ¡oh, indeseada! a importunarme en estos momentos de agradable y tibio sopor que estoy gustando?
Tú eres montaña...
Yo, tu volcán.

(Se estremece y encoge se eleva levantando los brazos)
Y voy a hacerte temblar hasta que consigas arrancar de tus entrañas toda la ardiente lava de indiferencia que consume tu alma.


(Señala a la concurrencia)
Tú............. tú..............
Que pomposamente ostentas el servicial y generoso título de cristiano, ¿vives de acuerdo a tu rango?
Noto ya tu rechazo.
Noto ya tu natural impulso a despachar a esta inoportuna e indeseada servidora que te angustia, que te hace sentir dolor.
¡Estás tan a gusto en tu insensible estado comatoso!
Mas sabe, ¡oh, necio! Que el dolor es síntoma de vida.

(Aprieta el pecho con las manos)
Y mientras sigas vivo, te seguiré hablando, te seguiré doliendo.

(Ademán de oír con la mano en la oreja)
Afina tu oído... afina tu oído.
Abre los ojos de luna llena y contempla, sin perder detalle, escenas de tu historia.

(Señalando al público)
Sí, de tu historia... y de la tuya.
Escenas esperpénticas y grotescas.
Escenas absurdas, absurdas como la vida,
Como la vida del que se titula cristiano, sin serlo realmente.
Esta inoportuna e indeseada servidora tuya se va, para volver en forma de parábola.

(Se aleja entre los espectadores, acercándose a los que están más próximos al pasillo)
El que tenga ojos que vea,
El que tenga oídos que oiga.

(Se va leyendo cada vez más piano hasta que la Conciencia desaparece)
El que tenga ojos que vea.
El que tenga oídos que oiga.

El que tenga ojos que vea.
El que tenga oídos que oiga.

El que tenga ojos que vea.
El que tenga oídos que oiga.

(Se seguirá escuchando la música de fondo, hasta que el Director ordene la ejecución de la Escena 1ª)



LA PUERTA

Escenificación mímica con voz en “off” que irá relatando los acontecimientos con tono sarcástico, mientras se escucha al piano música ininterrumpidamente.



DECORADO

Simulará un paseo que conduce a una puerta que se encuentra al final de aquél. Un banco, árboles… Una puerta siempre abierta, estrecha y no muy alta. Encima de la puerta un letrero grande donde se leerá: CIELO.



ESCENA 1ª

(Aparecerá andando por el paseo un hombre harapiento con ciertos signos de embriaguez. Llevará sombrero y chaqueta roídos y mugrientos por el uso al igual que el pantalón. Llevará botellas en los bolsillos de la chaqueta bien visibles y una botella pequeña en el bolsillo interior de la chaqueta. Irá provisto de un pañuelo mugriento y una cinta métrica.)




VOZ. ¿Quién soy yo? ¡Vaya pregunta! ¿Está muy claro, no?
Soy un borracho vagabundo. Una escoria; un desecho de la sociedad; un parásito... o al menos, eso decís vosotros que soy.
MIMO. Se acerca el vagabundo con una botella en la mano hasta el banco, donde se sentará. Bebe un par de tragos y, de repente, se queda mirando perplejo al público de la sala.

VOZ. ¿Que qué hago aquí? Me gusta ver pasar a la gente entre trago y trago. Por cierto, ya viene alguien.
MIMO. Parece como si le estuvieran preguntando, y se señala así mismo. Mirando al público. Bebe.



ESCENA 2ª

(Aparece por el paseo una dama muy elegante. Lleva un enorme abrigo de pieles, sombrero, bolso, zapatos de tacón y joyas.)

VOZ. ¡Vaya señora! Y va forrada de animales…
MIMO. Mira cómo se acerca la dama. Cuando la dama llega a la altura del banco, el vagabundo se levanta y se quita el sombrero. La dama se para y, sin mirarle, abre el bolso. Y le tira al suelo una *moneda de 5 pesetas. El vagabundo se agacha a recoger la moneda. La dama, quieta en el mismo lugar, saca un espejo del bolso y comienza acicalarse.
Con sorpresa.

VOZ. ¡Un duro! Vaya con la señorona. Tendrá mucha pasta, pero lo que es generosidad.
MIMO. Se mete la moneda al bolsillo y se sienta en el banco. Se pone el sombrero. Se ilumina la puerta intermitentemente. La dama hace un gesto de alegría, recoge el espejo en el bolso, se lleva la mano al pecho suspirando, y se dirige hacia la puerta muy contenta, pero altiva.

VOZ. ¡Adiós, señora!
MIMO. Al comenzar a andar la dama, el vagabundo se quita el sombrero y se lo pone en ademán de despedida. Se echa un trago.

VOZ. Me parece que la gran dama tiene problemas. Iré a ayudarla.
MIMO. La señora se dirige sin vacilar hacia la puerta. Intenta pasar pero no puede. Se lo impide el abrigo. Hace esfuerzos por entrar. El vagabundo se percata.

VOZ. Permítame señora que la ayude.
MIMO. Se dirige hacia la dama que sigue intentando pasar. El vagabundo la toca en el hombro. La mujer se vuelve. El vagabundo se quita el sombrero y lo pone con las dos manos a la altura del pecho.
Ella hace un gesto despectivo cruzando los brazos y mirando hacia arriba despectivamente.

VOZ. ¡Ya me parecía a mí!
MIMO. El vagabundo se queda mirando la espalda de la mujer mientras se rasca la cabeza pensativo. Con las manos toma medida de los hombros de la mujer, transporta la medida a la puerta y se da cuenta de que ésta, es mucho más estrecha.

VOZ. ¡Madre mía! También lleva animales por dentro.
MIMO. Mirando a la dama, el vagabundo hace un gesto de solución. Se dirige a los hombros de la señora e intenta quitarle el abrigo.
La dama se vuelve impetuosamente y comienza a echarle una enorme bronca gesticulando mucho.
El vagabundo se va encogiendo, tapándose cabeza y cara con los brazos en ademán defensivo.

VOZ. ¿Qué querrá ahora? Que no me pase nada.
MIMO. La dama se coloca bien el abrigo y haciendo un gesto soberbio, comienza a marcharse por donde ha venido. De repente da la vuelta y se dirige hacia el vagabundo. Éste se asusta.

VOZ. ¿Tendré que pagarle por haber intentado ayudarle?
MIMO. La dama estira la mano en ademán de pedirle.
Ella insiste.

VOZ. ¿Qué querrá? ¡Ah! Ya lo sé. Si me descuido me pide intereses.
MIMO. El vagabundo se echa mano al bolsillo y le devuelve el duro. Ella lo coge y se va con la cabeza muy levantada. El vagabundo se encoge de hombros y va a sentarse al banco. Se echa un trago.

(Se apaga la luz de la puerta.)



ESCENA 3ª

(Aparece un intelectual. Llevará atado a los hombros un enorme paquete de libros e irá leyendo uno, ensimismado. Lleva gafas.)

VOZ. Tiene cara de saberlo todo.
MIMO. Se para leyendo al lado del banco. El vagabundo lo mira y bebe un trago.
Se enciende la luz.
El intelectual se apercibe, cierra el libro y se dirige contento hacia la puerta.
El vagabundo lo sigue con la mirada.

VOZ. ¡Vaya! Otro con problemas.
MIMO. El intelectual intenta entrar y no puede porque se lo impiden los libros.
El vagabundo se apercibe, se levanta y se dirige hacia el intelectual que sigue intentando entrar. El vagabundo, dando vueltas alrededor del intelectual, hace gestos y ademanes como para enterarse del problema.

VOZ. ¡Ya está!
MIMO. De repente, se para, y hace un gesto como que ha encontrado la solución.
Da unos golpecitos en el hombro del intelectual. Éste se vuelve y le mira despectivo. El vagabundo le explica que debe tirar los libros si quiere pasar por la puerta. El intelectual se ríe estrepitosamente y le indica que tiene la cabeza muy dura.
El vagabundo se retira un poco con gesto contrariado.

VOZ. Éste da hoy con la cuadratura del círculo.
MIMO. El intelectual saca una calculadora de bolsillo y comienza a hacer cálculos, midiendo puerta, libros, etc. El vagabundo está extrañado.
Se dirige hacia el banco y se sienta, sin perder ojo a la escena, mientras bebe.
El intelectual termina de hacer cálculos y, satisfecho, recoge la calculadora, se coloca los libros en otra posición y se dirige feliz a la puerta.
Al llegar a ella, los libros le siguen estorbando para entrar.
El vagabundo se levanta, se acerca y le toca en el hombro. El intelectual se vuelve. El vagabundo le pide la calculadora. El intelectual se la deja entre risas y ademanes despreciativos mirando al público.

Entre tanto, el vagabundo maneja la calculadora midiendo puerta, etc. Por fin, hace un gesto de satisfacción, toca al intelectual que aún está mofándose, y le da a entender que, según el resultado de la calculadora, señalándola, debe dejar los libros si quiere entrar.

VOZ. Bueno, seguro que sabe mucho más que yo.
MIMO. El intelectual pone un gesto adusto, hace ademán de que está loco, le quita la calculadora y se va con gesto soberbio.
El vagabundo se acerca despacio, meditando, al banco.
Se sienta.





ESCENA 4ª

(Aparece un señor muy trajeado con sombrero, conduciendo un flamante coche. El coche será de cartón pintado por ambas partes y puede llevarlo colgado al cuello simulando la conducción.)

VOZ. ¡Vaya cochazo!
MIMO. Se para con el coche enfrente del vagabundo.
Se levanta, se acerca al coche por la parte delantera y lo toca suavemente, mientras hace gestos de admiración mirando al público.

VOZ. ¡Que no se lo voy a gastar!
MIMO. El señor le echa una bronca enorme por tocarlo. El vagabundo asustado se retira un poco.
Se enciende la luz de la puerta varias veces. El señor la ve y contento arranca.
El vagabundo tiene que dar un salto para evitar ser atropellado.
El señor llega a la puerta e intenta pasar con coche y todo.
Intenta varias maniobras ante la mirada atónita del vagabundo, que se rasca la cabeza y bebe un trago.
El señor le pide al vagabundo que le ayude a empujar el coche a través de la puerta.
El vagabundo se coloca en la parte trasera y empieza a empujar. Al llegar a la puerta el coche no puede entrar, pero el vagabundo sigue empujando y hasta se coloca de espaldas para hacer más fuerza, si cabe.

VOZ. ¡Uf! No puedo más.
MIMO. El vagabundo agotado, para de empujar refirmado contra el coche, se quita el sombrero y se limpia el sudor con el pañuelo.
Poniéndose el sombrero se dirige hacia la puerta, saca el metro del bolsillo, mide la puerta y mide el coche. Le hace gestos al señor de que el coche no pasa porque es más ancho que la puerta.

VOZ. ¿Volcar el coche?
MIMO. El señor hace ademán de haber tenido una gran idea. Baja del coche y le pide al vagabundo que le ayude para poner el coche de costado, sobre las puertas.
El vagabundo se asombra.
Vuelcan el coche, lo empujan hacia la puerta, pero no entra. El vagabundo mide y le vuelve a indicar que sigue siendo más ancho el coche que la puerta, que tendrá que abandonarlo y pasar sólo, sin el coche.

VOZ. Creo que el señor tiene más caballos que el coche. Y, además, desbocados…
MIMO. El señor muy enfadado le dice al vagabundo que el coche es suyo, que le ha costado mucho dinero y que va con él a todas partes.
El vagabundo da un paso atrás asustado.
El señor monta airado en su coche y se va.
El vagabundo saca el pañuelo del bolsillo y le hace señas de adiós.
Se echa un trago y se limpia con el pañuelo.




ESCENA 5ª

(Aparece un hombre muy obeso. Irá forrado de almohadones para esperpentizar su gordura. Llevará comida en todos los bolsillos. Irá comiendo un paquete de galletas.)

VOZ. ¡Qué mal repartido está el mundo! Yo lleno de bebida y sin un cuscurro que llevarme a la boca. Y a éste le sobra comida hasta por las orejas y sin un mal trago.
MIMO. Se para al lado del vagabundo mientras come con ansia.
El vagabundo lo mira pensativo.
Se acerca al obeso, se quita y pone el sombrero en señal de saludo y le ofrece vino un par de veces. El obeso sigue comiendo sin hacerle caso.
VOZ. ¡Madre mía, qué manotazo!
¡Éste sí que lo tiene claro!
MIMO. El vagabundo intenta meter la mano en el paquete y el obeso le sacude un cachete en la mano.
El vagabundo retira la mano rápidamente y la pone bajo su axila con signos de dolor.
Mientas se queja, se enciende la luz. El obeso la ve y contento, pero comiendo, se dirige hacia ella.
El vagabundo, aún en la misma posición, observa cómo se acerca hacia la puerta.
El obeso llega a la puerta e intenta pasar, pero sus intentos son inútiles. Sigue forcejeando con la puerta, bajo la mirada perpleja del vagabundo.

VOZ. Hoy comeré.
MIMO. El gordo cesa cansado en su empeño, limpiándose el sudor con la mano.
Se queda mirando al vagabundo y le llama.
El vagabundo se acerca al gordo, quien le da a entender que si le ayuda, le dará una galleta.
El vagabundo se frota las manos contento mientras asiente con la cabeza. El gordo le da una galleta.
El vagabundo se la mete al bolsillo.
El gordo intenta pasar y no puede. Llama con la mano al vagabundo quien se acerca y comienza a empujarlo. Primero con las manos en la espalda, luego espalda contra espalda. Durante unos momentos están forcejeando por entrar. Exhausto, el vagabundo se sienta al lado de la puerta abanicándose la cara con el sombrero.
El gordo se vuelve hacia él y le riñe por haber parado.
El vagabundo se levante y le dice al gordo que le escuche.
Le da a entender midiendo su cintura y comparándola con la puerta cuál es el problema.
El obeso hace un gesto adusto y se cruza de brazos mirando hacia otro lado.
El vagabundo llama al gordo tocándole en el hombro. El obeso se vuelve. El vagabundo le da a entender que le dé la comida a él, así el gordo perdería volumen y él ganaría, señalándose su figura escuálida.

VOZ. Otra fiera.
MIMO. El gordo se enfada, y le empieza a gritar y a gesticular.
El vagabundo se tapa la cara con los brazos.

VOZ. Otro que pide.
MIMO. El gordo le alarga la mano pidiéndole algo.
Hace un gesto extraño porque no sabe qué le pide.
El gordo señala su paquete de galletas y le indica que le ha dado una y que se la devuelva.
El vagabundo le da la galleta.

VOZ. Como éste siga así, no pasa ni por la *puerta del Carmen.
MIMO. El gordo se va comiéndosela con fruición. El vagabundo, limpiándose el pantalón a golpes de sombrero, se va acercando al banco, se sienta y bebe un par de tragos.



ESCENA 6ª

(Asoma por el paseo un reverendo. Irá andando muy despacio, leyendo una Biblia. Llevará el cuello blanco e irá vestido de negro. De vez en cuando dará un suspiro como si lo que leyera le llegara al alma.)

VOZ. ¡Vaya tormenta que se me ha venido encima!
MIMO. Se para al lado del banco del vagabundo, da un suspiro y, levantando la mirada extraviada hacia el cielo se lleva la mano al pecho.
El vagabundo bebe.
El reverendo se da cuenta, cierra la Biblia de un golpe, hace un gesto ceñudo y se acerca airado al vagabundo que aún sigue bebiendo. Le quita la botella de los labios y, con mucha energía y aspaviento, le da a entender que beber es muy malo.

VOZ. ¿Qué los borrachos no entraremos en el Cielo? Pues sí que me anima este hombre.
MIMO. Abre la Biblia y comienza a leerle varios pasajes.
Le indica que si sigue bebiendo no entrará en el Cielo (señala arriba).
Sigue amonestándole.
En esta situación se enciende la luz. El reverendo se percata, cierra la Biblia, extiende los brazos hacia la puerta y se acerca a ésta muy erguido con los brazos entendidos hacia la puerta.

VOZ. ¡Madre mía! ¡Qué golpe!
MIMO. Al intentar pasar se da un fuerte golpe contra el marco superior de la puerta. Se retira tocándose la frente en señal de dolor. El vagabundo lo ha visto atónito.
El reverendo abre solemnemente la Biblia, lee un pasaje y se dirige muy convencido hacia la puerta.

VOZ. Y van dos.
MIMO. De nuevo se da un golpe en la frente y se retira dolorido.
El borracho se levanta y se acerca al reverendo que se sigue quejando. Aún quejándose, lo agarra del brazo, lo dirige hacia la puerta y lo pone erguido enfrente de ella. Rascándose la cabeza pensativo, da un par de vueltas observando al hombre; se para, saca la cinta métrica, mide al hombre de la cabeza a los pies. Luego mide la altura de la puerta y marca con el dedo la diferencia de altura. Se queda pensativo tocándose la barbilla.

VOZ. ¡Ya está!
MIMO. De repente hace ademán de haber dado con la solución.
El borracho con la diferencia marcada en el metro mide desde el zapato del reverendo hasta la rodilla. Se levanta satisfecho, toca al reverendo en el hombro, le explica el problema y le señala que si entra de rodillas podrá pasar, (se pone el borracho de rodillas y anda hacia la puerta).
El reverendo entra en cólera y le da a entender con gestos que es borracho empedernido y que está tocado de la cabeza. Abre la Biblia y haciendo un gesto de resignación se marcha despacio leyendo muy erguido.

VOZ. ¡Yo que creía que éste lo tenía más fácil!
MIMO. El vagabundo, aún de rodillas, extiende los brazos y hace un gesto de resignación e incomprensión.
Se levanta y bebiendo se acerca al banco donde se sienta.


ESCENA 7ª

(Sentado el vagabundo en el banco, bebiendo de vez en cuando.)

VOZ. ¿Será posible?
MIMO. Se enciende la luz. El vagabundo mira hacia el paseo a ver quién se acerca. No ve a nadie. Se encoge de hombros y se echa un trago.
Se vuelve a encender la luz. Vuelve a mirar, esta vez con más detenimiento a todos los lados. No ve a nadie. Se encoge de hombros y bebe.
Se vuelve a encender la luz.
Muy extrañado vuelve a mirar y al no ver a nadie se levanta y comienza a buscar detrás de los arbustos, debajo del banco, etc.
No encuentra a nadie. Puesto en pie se rasca la cabeza sin entender lo que está pasando, cuando se vuelve a encender la luz. Abre unos ojos como platos, se mira así mismo incrédulo y comienza a tocarse el pecho, las piernas, etc.

VOZ. No es posible.
MIMO. Hace gestos de duda señalándose así mismo.
Se va acercando muy despacio, mirando a todos los lados con extrañeza, como si aún pudiera encontrar a alguna persona.
Se acerca a la puerta y toca el marco con las manos acariciándola despacio y extrañado.

VOZ. ¡Qué hermoso!
MIMO. Mete la cabeza para mirar y la saca con un gesto de alegría.
Intenta entrar, pero no puede. Las botellas que lleva le impiden el paso.

VOZ. Ya me dijo el reverendo que los borrachos no entraríamos en el Cielo.
MIMO. Vuelve a intentarlo, pero fracasa otra vez.
Se mete las manos al bolsillo del pantalón y, cabizbajo, se aleja despacio de la puerta.
De repente, se para con un gesto de haber sido iluminado por una idea feliz. Vuelve a acercarse a la puerta e intenta entrar muy despacio. Se da cuenta de que son las botellas quienes le impiden el paso.
Se vuelve, saca una botella, va a tirarla, pero se detiene con gesto de hacerle duelo. Por fin se decide y se vacía de todas las botellas. Les echa una última mirada, se acerca a la puerta y la traspasa muy despacio y solemnemente.

VOZ. ¡Qué hermoso! Es una maravilla.
MIMO. Cuando está al otro lado, se enciende mucha luz iluminando la escena.
El borracho se queda atónito mirando a todas partes extasiado.

VOZ. HACE MUCHO TIEMPO QUE TE ESTOY LLAMANDO.
MIMO. Se oye una voz profunda y grave, y muy cálida.

VOZ. ¿A mí, Señor, el desecho de la sociedad?
MIMO. El vagabundo se señala el pecho extrañado.

VOZ. ESO ES LO QUE LOS HOMBRES DICEN QUE ERES.
MIMO. Voz grave y profunda.

(Se apagan las luces y se escucha una música fuerte y vibrante.)


FIN

  • Moneda de 5 pesetas o un duro: moneda de poco valor.

  • Puerta del Carmen: una de las antiguas puertas que tenía la muralla de Zaragoza. Quiere expresar que es muy grande.

La botella que todo lo consume


7 Minutos y 3 Personajes. Problemas de una familia por culpa del alcohol.


LA BOTELLA QUE TODO LO CONSUME
Dramatización del cuento de Adolfo Roblero


PERSONAJES


MADRE

PADRE

HIJO



ACTO PRIMERO

(Una sala. Hay una mesa de pobre presentación. Una botella colocada sobre la mesa y también un candil o una lámpara tubular. Los taburetes o sillas en mal estado. Una mujer, bastante joven, pero muy pobremente vestida y de aspecto triste, está sentada junto a la mesa, con la cabeza recostada sobre la mesa. Después de algunos momentos, levanta el rostro frente al público y casi entre sollozos habla.)

MADRE. Si yo hubiera sabido todo lo que me sucedería al casarme con este hombre, estoy segura que lo habría pensado mejor. Pero ahora es tarde… Tengo que cargar con esta cruz tan pesada. ¡Cuántas mujeres sufren igual desdicha a la mía y cuán incautas somos las jóvenes al no pedir la dirección de Dios en un asunto tan importante como es el amor! ¡Pobre mi hijito! ¡Cómo se fue a la escuela sin tomar café! Tendré que ir a la tienda a que me fíen algunas cositas, para que siquiera cuando venga de la escuela mi muchachito encuentre algo que comer. ¡Qué ingrato que es mi marido! Todo lo que gasta en las cantinas... Y hasta he tenido que engañar a mi hijo diciéndole que todo lo que me pide está en el fondo de esa botella maldita. Dios mío, ten piedad de mi arruinado hogar.

(Deja caer su rostro sobre la mesa. En eso entra su hijo de la escuela.)

MADRE. ¿Cómo hijito? ¿Y por qué vienes tan temprano?

HIJO. ¡Ay, mamacita! Como me fui sin tomar café me sentí muy débil. Y también tuve vergüenza de que me vieran mis compañeros de clase con estos zapatos tan rotos. Mamá, ¿y dónde están mis zapatos nuevos, que me dijiste me los tenías guardados? Yo me los quiero poner.

MADRE. ¡Ay, hijito! Están allí, en esa botella, y no solo tus zapatos, sino que allí también, en el fondo de esa botella, están tus vestidos y el pan que necesitas para alimentarte.

HIJO. ¿Y cómo es eso, mamá?

(En este momento se oye desde adentro una voz áspera.)

PADRE. Mujer, ¿cuándo irás a la cocina a preparme el café? Solo de haragana vives.

(El niño sale para conseguir una piedra.)

MADRE. No seas ingrato, Alberto. Bien sabes que viniste ebrio a la una de la mañana, y ¿dónde me has dado dinero para hacer las compras?

PADRE. (Entrando, todo desaliñado y con la expresión del vicio en su rostro.) Anda a la tienda, que yo respondo.

MADRE. Sí, como tú no te das cuenta… Si supieras cuánto debo ya… que hasta me da vergüenza seguir pidiendo fiado la comida.

PADRE. (Jalándola del brazo y empujándola hacia adentro.) Digo que vayas a traer el jarro para la leche.

MADRE. (Casi llorando.) ¿Y qué leche voy a encontrar a estas horas? (Sale hacia adentro.)

(Al momento entra el hijo con una piedra en la mano. Toma la botella y se sienta en el suelo y se pone a examinarla.)

HIJO ¿Estarán dentro de esta botella los zapatos como dice mama? Voy a darme cuenta. (Entonces con la piedra golpea la botella hasta quebrarla. Emocionado busca a ver si encuentra los zapatos.) ¡Y cómo! Mi mamá me engañó. Aquí no hay zapatos ni nada. (Se pone a llorar.)

(En eso sale el padre del aposento.)

PADRE. ¿Qué es eso? ¿Quién ha quebrado la botella?

HIJO. (Con miedo.) He sido yo, papá.

PADRE. ¿Y por qué la quebraste? (En tono suave.)

HIJO. Yo quería ver si había dentro un par de zapatos nuevos porque los mío están rotos, y mi mamá no los puede componer.

PADRE. ¿Cómo podías imaginarte que hubiera dentro de la botella un par de zapatos nuevos?

HIJO. Es mamá la que me ha dicho... Siempre que le suplicaba que me comprara un par de zapatos, me decía que mis zapatos y sus vestidos, y el pan y otras muchas cosas están en el fondo de una botella... y yo creía encontrar alguna de estas cosas dentro... Pero ya no lo haré más, papaíto.

PADRE. (Poniéndose las manos en la cabeza y algo entristecido.) Dios mío, ¡qué situación la mía! Está bien, hijo querido, no te volverá a suceder esto. Dile a tu mamá que me voy y que no vendré hasta no ser un nuevo hombre y hacer frente a las necesidades de mi hogar. Adiós.

(Sale con paso firme, mientras su hijo se queda sorprendido. A los pocos momentos entra de la cocina la madre con un jarro en la mano.)

MADRE. ¿Y tu papá, Alberto?

HIJO. Se acaba de ir y dice que no vendrá hasta que sea un hombre bueno y traiga mucho dinero para la casa.

MADRE. ¿Y no te dejó para comprar la leche?

HIJO. No, mamacita.

MADRE. ¡Ay, hijito, qué se haga la voluntad de Dios! Vamos a comer nuestro bocadito aunque sea sin café. Pero nuestro Padre Celestial no nos desamparará y Él tendrá misericordia de nosotros.

(Salen.)



ACTO SEGUNDO

(Aparece la misma sala. La madre está sentada y sobre la mesa aparece una Biblia grande abierta y ella le está leyendo y explicando a su hijo Alberto, quien escucha atentamente.)

HIJO. Mamá, ya tarda en venir papa.

MADRE. Sí, hijo. Pero yo tengo confianza en que el Señor lo transformará, pues así le he estado pidiendo en mis oraciones.

PADRE. (Entra de pronto, decentemente vestido y con un gran paquete sobre sus brazos.) Hola, mi querida esposa y mi adorado hijo. (Los abraza emocionado.)

MADRE. Hola Alberto.

HIJO. Hola papacito. ¿Y dónde estabas?

PADRE. No me lo preguntes, solo les dire que soy un hombre nuevo y de hoy en adelante seré buen esposo y buen padre. Aquí está este paquete que traigo para ustedes. Ya nada volverá a irse al fondo de aquella infame botella.

(La madre y el hijo abren con alegría el paquete y sacan de allí zapatos, vestidos, etc.)

HIJO. ¡Cuántas cosas, mamá! Allí están mis zapatos, ¡qué bueno! Ahora sí no faltaré a la escuela y podré jugar con todos los niños, mamá.

MADRE. Sí, hijo, Dios ha contestado mi oración. ¡Gloria sea a su nombre! Ahora creo que siempre seremos felices, y que, aunque seamos pobres, no faltará el pan en nuestro hogar. ¿No es así, Alberto?

PADRE. Así es, mi querida esposa. Con la ayuda de Dios mi hijo nunca volverá a quebrar otra botella para buscar zapatos nuevos.