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2012 - España
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El tiro de gracia

15 Minutos y 4 Personajes. Una joven es atosigada por su madre. Continuamente es maltratada, pegada y humillada por lo que se plantea el suicidio.


EL TIRO DE GRACIA
José Andrés Varela Montenegro


PERSONAJES

GRETTEL
MAMÁ
VERÓNICA
VIDA


ESCEARIO: Es muy simple, sólo una silla.


ACCIÓN

(Música: La pista Nº 1 del CD El Tiro de Gracia. Deja que corra unos 30 segundos, la baja poco a poco y pone la Nº 2. Cuando llega a veinte segundos enciende la luz Nº 11 poco a poco, y luego la Nº 13.

(Las luces se encienden, el escenario está vacío, solo una silla en el centro del escenario.)

GRETTEL. (Entra por la izquierda, con un salveque en la mano, su paso es muy apresurado. En su rostro se nota tristeza.)

MAMÁ. (Entra detrás de Grettel muy molesta. Trae un examen en la mano derecha. Está muy enojada.) ¿Qué está pasando, Grettel? ¿Qué significa esto?

GRETTEL. Pero es un simple examen mamá, no es el fin del mundo.

MAMÁ. (La empuja. Le grita.) ¿Cómo te atreves a responderme con esa insolencia?

GRETTEL. (En el suelo.) Mami, no exageremos, que no es una mala nota.

MAMÁ. (La levanta muy groseramente del suelo.) ¿Qué no es una mala nota? Mira. (Le enseña el examen.) ¿Qué nota dice que sacaste?

GRETTEL. (Con voz temblorosa.) Un ochenta y nueve punto cinco.

MAMÁ. (Enojada.) Más alto.

GRETTEL. (Respira profundo, tratando de no llorar.) Ochenta y nueve punto cinco.

MAMÁ. (La toma del pelo y la levanta.) Que lo digas más duro, que no te escucho.

GRETTEL. (Grita.) Ochenta y nueve punto cinco.

MAMÁ. (Le da una cachetada.) No seas insolente y no me alces la voz, malcriada.

GRETTEL. (Mira a su mamá con odio, mientras se acaricia la cara.)

MAMÁ. Y eso no es todo, me llaman del colegio para decirme que te habías peleado con otra compañera. ¿Cuándo te he enseñado a pelear? ¿Cuándo me he puesto a hacer el ridículo dándome de golpes con otra mujer?

GRETTEL. ¿Te respondo?

MAMÁ. (La amenaza.) No me vuelvas a hablar con esa insolencia, o te pego un manazo y te rompo la boca, malcriada.

GRETTEL. (Se sienta en la silla y no dice nada.)

MAMÁ. ¿Quiero saber por qué te peleaste en el colegio como una vieja de patio?

GRETTEL. (Grettel no dice nada.)

MAMÁ. A ver, ¿por qué no me respondes?

GRETTEL. (Sigue callada.)

MAMÁ. (Se enoja y la empuja de nuevo.)

GRETTEL. (Del empujón se cae de la silla.)

MAMÁ. (Le grita.) Que me respondas te dije, o te rompo la boca a manazos hasta que me contestes.

GRETTEL. (Poniéndose de pie.) Me dijiste que no te respondiera y ahora me quieres pegar porque no te respondo. Entonces mami, ¿cómo es la cosa?

MAMÁ. (Levanta la mano de manera amenazadora.) No me venga con pachucadas que no lo pienso una vez para volarle su buen manazo.

GRETTEL. (Retando a su mamá.) Pégueme señora, pégueme, y si puede máteme, que ya no soy su hija, porque usted quiere una hija perfecta. ¿Por qué mejor no se compra un robot y lo programa para que siempre le saque cienes y noventa y cincos; que nunca se enoje, que nunca proteste, que no diga nada cuando usted le pega y quiera defenderse...?

MAMÁ. (Le da una cachetada.)

GRETTEL. (Sigue hablando.) O mejor se compra un saco de boxeo para que practique, porque resulta que mi cara no es tan resistente como lo es un saco de boxeo, o bien...

MAMÁ. (Enojada.) Ya basta, cállese, mocosa, no siga. Está castigada, no me sale en un mes.

GRETTEL. Me da igual, nunca salgo porque tengo que pasar clavada en el escritorio para poder traerle sus cienes y noventa y cincos.

MAMÁ. (Levanta la mano.)

GRETTEL. (La reta.) Sígale, sígale, pégueme, descárguese conmigo, que yo tengo la culpa que papá se haya cansado de sus insolencias, que las vecinas no le hablen por los constantes agarronazos con ellas, sígame pegando.

MAMÁ. (Baja la mano.) Ojalá te murieras, mocosa, para que pagues esa insolencia y falta de respeto hacia tu mamá. Que Dios te castigue.

GRETTEL. (Recoge el salveque del suelo.) No se preocupe señora, Dios escuchó su petición.

MAMÁ. (Molesta.) ¡Uy! mocosa insolente. (Sale por la derecha.)

GRETTEL. (Con el salveque muy agarrado. Se sienta en la silla. Mira hacia todos lados. Se escucha el latido de un corazón. Abre el salveque poco a poco, muy despacio, como dudando, con miedo. Luego mete la mano y busca algo, cuando lo tiene lo saca poco a poco. Saca una pistola. Deja caer el salveque. Mira la pistola y cierra los ojos.)

(Música: La pista Nº 3 del CD El Tiro de Gracia. Cuando Grettel abraza la pistola, la baja poco a poco, que quede de fondo.)

(Se apagan las luces, y sólo queda un reflector de piso encendido.)

VERÓNICA. (Entra por la derecha, vestida con el uniforme del colegio. Le habla a Grettel de manera burlona.) Qué rico que sacaste esa nota para que dejes de jugar de viva con tus cienes. ¿Sabes? Me tienes cansada, sapa modorra, nerda anémica, brocha desmechada.

GRETTEL. (Cierra los ojos con más fuerza, y se aferra más a la pistola.)

VERÓNICA. ¿Sabes, renerda? Me gustaría verte muerta. Sí, muerta.

GRETTEL. (Llora.)

VERÓNICA. No te soporto, cada examen que sacas bueno, digo bueno, requete excelente… ¿Sabes? Me revuelve el estómago y deseo con todas mis fuerzas que desaparezcas de este mundo. Le pido a Dios con todas mis fuerzas que te mueras.

GRETTEL. (Con los ojos bien cerrados.) No te preocupes, Verónica, tus deseos se van a hacer una realidad.

VERÓNICA. (Queda en TOC.)

(Música: La pista Nº 4 del CD El Tiro de Gracia. Deja que corra unos 15 segundos y la baja poco a poco, que quede de fondo.)

VIDA. (Entra vestida de blanco, saltando muy alegre. Rodea a Grettel.)

GRETTEL. (Sigue con los ojos bien cerrados.)

VIDA. No dejes que nadie te robe la paz. No busques la salida más difícil. No te equivoques en pensar que lo que vas a hacer es la salida más fácil. Puede ser rápida, pero a la postre será la más dura. Cuando mueres, ya no hay vuelta de hoja.

GRETTEL. (Se tira al suelo, y cae de rodillas. Está llorando.)

VIDA. Hay otra salida, y la conoces muy bien. Desde que eras una bebé has escuchado quien es la mejor salida, quizá no es la más rápida, pero sí la mejor. Él te está esperando con los brazos abiertos. Escúchalo.

GRETTEL. (Sigue llorando.)

VIDA. Como quisiera que me pudieras escuchar, cuantos adolescentes como tú toman la decisión equivocada porque no hay quién les hable. (Mira al cielo.) Haz algo, por favor, no permitas que me destruya, yo quiero seguir acá, quiero vivir. Yo sé que aun no es el tiempo de partir.

MAMÁ. (Entra. Le grita a Grettel.) Mocosa insolente, ¿por qué no te mueres?

VIDA. No, mamá, no me digas así, por favor. Me hieres.

MAMÁ. No sé por qué naciste, en qué estaba pensando yo para querer traerte a este mundo.

GRETTEL. (Llora con más fuerza.)

VIDA. Porque Dios me tiene entre sus planes, pero por favor, no sigas, que me matas poco a poco.

MAMÁ. Ojalá te murieras mocosa, para que pagues esa insolencia e irrespeto hacia tu mamá. Que Dios te castigue.

VIDA. (Cae de rodillas.) No, Dios no me quiere castigar, Dios me ama.

MAMÁ. (Se queda en TOC.)

VERÓNICA. (Sale de su estado en TOC. Le habla a Grettel.) Muérete infeliz, quiero verte muerta porque no te soporto. No soporto que seas inteligente, porque yo no puedo.

VIDA. (De rodillas.) Sí, lo eres, eres inteligente, sólo tienes que estudiar y esforzarte, pero por favor, no me maltrates, yo no me quiero ir.

(Música: Sube la música.)

GRETTEL. (Se incorpora, pero sigue de rodillas. Mira la pistola. En su rostro se ve la tristeza y la desesperación.)

VIDA. No, Grettel, no lo hagas, yo quiero seguir acá, por favor, no lo hagas, aún tenemos mucho por delante para seguir juntas.

VERÓNICA. Muérete.

MAMÁ. (Sale de su estado en TOC.) No te quiero, mejor muérete.

(Música: La pista Nº 5 del CD El Tiro de Gracia.)

GRETTEL. (Se pone la pistola en la sien derecha, sus manos tiemblan, cierra los ojos.)

MAMÁ. No eres mi hija. Mejor es que te mueras.

VERÓNICA. No te soporto, mejor muérete.

VIDA. No sigan por favor, se lo pido. (Desesperada.) Si me pudieran escuchar. Está bien que me han maltratado mucho, que me han herido, que me han humillado y ofendido, pero no me quiero ir, quiero seguir acá.

MAMÁ. Muérete.

VERÓNICA. Muérete.

VIDA. ¡No!

GRETTEL. (Cierra los ojos con más fuerza y dispara.)

(Las luces se apagan de inmediato, escuchándose el disparo. Luego se escucha un corazón palpitando.)

(Música: La pista Nº 6 del CD El Tiro de Gracia.)


FIN

Como buey al matadero

10 Minutos y 3 Personajes. Tres adolescentes comentan lo que ven en un libro poco recomendable para chicos. Uno de ellos acusa al resto de ser poco hombres por no querer ir a ver una película con contendido sexual pero un joven se mantiene firme en su identidad.


COMO BUEY AL MATADERO




PERSONAJES

DAVID
KEVIN
SEBASTIAN



ESCENARIO
Tres sillas colocadas en el centro del escenario


(Kevin está sentado, hablando con Sebastián.)

DAVID. (Entra por la izquierda con un libro en sus manos. Su actitud es muy misteriosa. Se acerca a donde están Kevin y Sebastian.) ¡Ey, miren lo que tengo! (Abre el libro y se lo enseña a los dos.) ¿Qué les parece? Una obra de arte, ¿no lo creen?

KEVIN. (Muy asustado.) ¿Dónde sacaste eso?

DAVID. (Sentándose a la par de ellos.) Mi hermano mayor tiene un montón de esas revistas debajo de la cama.

SEBASTIAN. (Sigue mirando como atontado el libro.) Vaya, nunca había visto nada igual.

KEVIN. Sí, yo tampoco.

SEBASTIÁN. ¿Y todo eso es de ella?

DAVID. Sí, mi amigo, todo eso es de ella.

SEBASTIÁN. (Sin salir de su estado de shock.) Vaya, nunca había visto nada igual.

KEVIN. ¿Y tu hermano no se enoja?

DAVID. No, porque ni siquiera sabe que la tengo.

SEBASTIÁN. (Sigue mirando el libro, le da vuelta y lo pone al revés.) Vaya.

KEVIN. Mi hermana tiene un libro parecido a ese y lo único que tiene son números.

DAVID. Claro, tonto, ese es un libro de matemáticas; yo lo uso para andar la revista escondida.

KEVIN. Ah, ya, con razón...

DAVID. (Le quita el libro a Sebastián.) Es más, mi hermano tiene películas que en la portada tienen tres equis rojas. Yo vi una anoche, a escondidas de mis papás y de mi hermano, y estaba buenísima.

KEVIN. Pero, ¿no que tus papás son cristianos?

DAVID. Sí, pero mi hermano tiene todo escondido y ellos nunca lo han visto.

SEBASTIÁN. ¿Y tu hermano no es cierto que toca en el grupo de música?

DAVID. Sí, pero igual, tiene todo eso y nadie le dice nada. Es más, una tarde de éstas se fue con unos compañeros par una casa, yo lo vi y me le puse al corte. Cuando llegué a la casa me asomé por una ventana y vi lo de la película pero en vivo y a todo color.

KEVIN. (Sorprendido por lo que le dice David. Se pone de pie.) ¡Qué bárbaro!

DAVID. (Se pone de pie. Con tono muy cínico.) Sí, bárbaro, buenísimo.

KEVIN. No, hombre, qué bárbaro vos poniéndote en esas cosas.

DAVID. ¿Qué tiene de malo hacer esas cosas?

SEBASTIÁN. (Se pone de pie.) No te acordás lo que cantábamos en la escuelita de la iglesia: cuidado tus manitas lo que tocan, cuidado tus oídos lo que oyen, cuidado tus ojitos lo que ven...

DAVID. Bah, esas bobadas de la escuelita, no sé cómo nos ponían a hacer tanto ridículo.

KEVIN. Sebastián tiene razón, David, debes de tener cuidado con lo que ves, o tocas y en donde caminas.

DAVID. Ah, ya, déjate de tantas bobadas.

SEBASTIÁN. Es que no son bobadas, David.

DAVID. Vean, lo único que yo sé es que eso me hace más hombre.

KEVIN. ¿Quién te dijo que eso te hace más hombre?

DAVID. Mis compañeros me lo dicen. Me dicen que si yo tomo o fumo y veo de estas cosas, (enseñando el libro) me voy a hacer más hombre.

SEBASTIÁN. Yo no necesito hacer esas cosas para sentirme hombre, tengo la plena seguridad de que lo soy.

KEVIN. Sí, yo también.

DAVID. (Burlándose de ellos.) Pobre, ustedes son unos gallinas.

SEBASTIAN. (Molesto.) Nosotros no somos gallinas.

DAVID. Sí lo son.

KEVIN. (Lo empuja. Y trata de pegarle pero Sebastián lo detiene.) Que no somos gallinas.

SEBASTIÁN. (Se lleva a Kevin para tratar de calmarlo.)

DAVID. (Se pone de pie, se sacude la ropa y recoge el libro. Luego les dice a los dos chicos.) Bueno, si no lo son, los espero en el puente que está antes de la iglesia para ir a la casa donde fueron mi hermano y sus amigos.

KEVIN. ¿A qué vamos a ir?

DAVID. A hacernos hombres.

SEBASTIÁN. Mis papás no me dejan.

DAVID. (Hace como gallina.)

KEVIN. (Trata de írsele encima, pero Sebastián lo detiene.) Ya te dije que no somos gallinas, y vamos a ir para que lo veas.

DAVID. Está bien, ahí los espero, no vayan a faltar. (Sale por la derecha. Mientras camina va haciendo como gallina y burlándose de ellos.)

KEVIN. (Le grita a David.) Ya te dije que no somos gallinas.

SEBASTIÁN. (Calmando a Kevin.) Ya, déjalo, no le hagas caso.

KEVIN. ¿Qué? ¿Vamos?

SEBASTIÁN. ¿Estás loco? Yo no voy. (Se sienta.)

KEVIN. ¿Qué quieres? ¿Que David se siga burlando de nosotros?

SEBASTIÁN. No.

KEVIN. ¿Entonces?

SEBASTIÁN. Si nosotros le hacemos caso, entonces se va a dar cuenta que nos puede hacer como le da la gana.

KEVIN. Sí, sobre todo.

SEBASTIÁN. (Se vuelve a poner de pie.) Mira, Kevin, si vos querés ir, andá, pero yo no pienso ir como un buey cuando lo llevan al matadero.

KEVIN. Déjate de decir babosadas.

SEBASTIÁN. Yo no estoy diciendo babosadas. Sólo que no pienso hacer algo que vaya en contra de lo que mis papás me han enseñado.

KEVIN. Bueno, allá vos, si quieres ser el hazmerreír de todos en el colegio.

SEBASTIÁN. No me interesa, sólo me interesa lo que va a decir Dios de mí.

KEVIN. (Se queda pensativo.) Tienes razón, la opinión de Dios vale más que la de todos los demás.

SEBASTIÁN. Entonces, ¿no vas a ir?

KEVIN. No sé, voy a pensarlo.

SEBASTIÁN. Bueno, mejor vamos a jugar al futbolín.

KEVIN. (Como sin ganas.) Está bien, vamos.

(Se apagan las luces. Después de 20 segundos se encienden de nuevo.)

DAVID. (Está sentado, esperando que lleguen Kevin y Sebastián. Mira el reloj a cada rato. SE pone de pie, hace como una gallina y camina hacia la derecha, riéndose.)

KEVIN. (Entra antes de que David salga.) David.

DAVID. (Se vuelve.) Kevin, qué bueno que viniste. ¿Y Sebas?

KEVIN. No va a venir. Yo me vine a escondidas de él.

DAVID. Pero, ni que fuera tu papá para esconderte de él.

KEVIN. Sí, tienes razón.

DAVID. Bien, vamos que se hace tarde.

KEVIN. (No muy seguro.) Vamos.

(Ambos salen por la derecha. Se escucha una voz en off.)

VOZ EN OFF. Como un buey rumbo al matadero, como un ciervo que cae en la trampa y al que luego una flecha le parte el corazón; como un ave que se lanza contra la red, sin saber que eso le va a costar la vida.

(Se apagan las luces.)

Mamita querida

18 Minutos y 7 Personajes. Un joven le entrega su vida a Jesús cuando su madre es asesinada por unos delincuentes.

MAMITA QUERIDA



PERSONAJES

AMALIA
BEBÉ
ARMANDO NIÑO
ARMANDO ADULTO
ALFREDO
NATALIA
DELINCUENTE 1
DELINCUENTE 2



INTRODUCCIÓN

Este es una historia que pudiera pasar en cualquier sitio de nuestra ciudad, donde una madre soltera tiene que luchar con su pequeño niño, por causa del abandono. En esta situación encontramos a Amalia, una joven madre, que tiene que afrontar la vida sola con su pequeño hijo Armando, a causa de la ruptura de su matrimonio. Amalia confía en que sola cubrirá todas sus necesidades. Con la ayuda del Señor Dios Todopoderoso, confía en que en un futuro Armandito, será un hombre de provecho que estará caminando cada día con Dios. Pero por una mala casualidad le tocará vivir la trágica jugada del destino, donde será separada de su hijo.




PRIMERA ESCENA.

(Se encuentra Amalia en un parque de la ciudad conversando con su pequeño hijito Armando.)

AMALIA. ¡Mi niño querido! ¡Viniste a llenar un vacío tan grande en mi vida! Nunca te voy a dejar solo, ¡siempre te voy a querer! Haré de ti un hombre de provecho, serás un buen hombre, ¡un profesional! Te enseñaré a valorar la vida, a amarme, a respetar a tu esposa... (Con desilusión.) No como tu padre que se fue y nos dejó solos... ¡Mi niño querido! ¡Mi Armandito! Vas a crecer fuerte y saludable, nunca te hará falta nada; el Señor ha prometido estar con nosotros y sustentarnos en todo momento, pero tú ahora estás muy chiquitico para entender estas cosas, ¿no? Eres tan pequeñito, tan indefenso, necesitas tanto de mis cuidados, de mi protección... Te pareces tanto a mí... No, no, no, ¿cómo te vas a parecer a mí? Si tú eres tan lindo… Tú eres un regalo de Dios, tú eres mi pedacito de cielo. (Comienza a canta una canción de cuna.)



SEGUNDA ESCENA

(Pasados ocho años se encuentra Armandito jugando canicas cerca de su casa, con Alfredito su amigo.)

ARMANDO. Dale, dale, que te toca a ti...

ALFREDO. Sabes que si le pego, te quedas sin nada...

ARMANDO. ¡Ok! ¡Está bien! Si es que logras pegarle… (Viendo sus anteojos.) Porque con esas lupas que tienes, lo dudo mucho… (Risas.)

ALFREDO. (Molesto.) ¿Te estás burlando de mis lentes?

ARMANDO. (Sigue burlándose.) ¡Dale! ¿Qué se va a hacer tarde…? Y ya va a ser hora de almorzar y mi mamá me va a llamar.

ALFREDO. ¡No te sigas burlando! Si te sigues riendo de mí, ya vas a ver… (Hace como que va a jugar y Alfredito se tapa la boca aguantando las ganas de reír.) Entonces, ¿te vas a seguir burlando de mí? (Arroja las canicas al suelo y se le encima tomándole por el cuello.)

ARMANDO. ¡¡Yaaaa!! Suéltame… (Logra soltarse.) Oye, suéltame, no te pongas bravo… No fue mi intención… ¡¡DISCÚLPAME!!

ALFREDO. (Llorando.) ¡¡Cállate!! Tú eres como los demás, todos se burlan de mis lentes… Yo no pedí ser así… Mi mamá me dijo que los necesito para poder ver bien y tú que dices ser mi amigo, te burlas como los demás, no es justo…

ARMANDO. (Apenado.) Oye, de verdad, discúlpame… No fue mi intención, cometí un error… Te prometo jamás volverme a burlar de ti… pero no llores… Mira, mi mamá me dice que la palabra de Dios dice: “un amigo es más que un hermano” y tú eres mi mejor amigo…eres como un hermano para mí y te quiero mucho; no nos volvamos a pelear por tonterías OK. ¡Dame esos cinco, amigo!

ALFREDO. (Secándose las lagrimas.) Bueno, pero ya sabes… (Estrecha las manos con Armando.)

ARMANDO. Bien terminemos.

VOZ EN OFF. (Interrumpiendo.) ¡Armandito!, ¡la comida está servida, ven a comer!

ARMANDO. ¡Epa! Me tengo que ir, mi mamá me está llamando.

ALFREDO. (Protestando.) ¿Y no vas a terminar de jugar?

ARMANDO. No, no, no... Mi mamá me está llamando, tengo que ser muy obediente por que eso le agrada a Dios. ¿No sabes que tenemos que honrar a nuestros padres? Después seguimos. (Sale de escena corriendo.)



TERCERA ESCENA

(Diecisiete años más tarde, Armandito convertido en un hombre se encuentra conversando con su mamá, quien está planchando.)

AMALIA. Menos mal, mijo, que por lo menos conseguiste un empleo estable, porque un muchacho corno tú, bachiller de esta República, haciendo cualquier cosa por ahí, no resulta. Imagínate que ninguna nevera se descompusiera, ¿qué va ser de nosotros? ¿Ah? Porque con lo poquito que gano planchando, no alcanza, y entre pagar el apartamento, la compra de la comida, y cancelar todos los servicios, se va todo el dinero, pero el Señor escuchó mi oración y pudiste conseguir ese empleo y hasta en gracia has caído, porque tu jefe te trataba muy bien, ¿no es así? (Armando no contesta ~ vuelve a preguntar) ¿No es así, Armando? Armando, ¿tú me estás escuchando?

ARMANDO. Sí, sí, yo te estoy escuchando, mamá, pero es que estoy apurado porque hoy es la fiesta de Lisbeth, y voy a ir con Belice. Es más, me acaba de llamar y me dijo que baje en 5 minutos y no quiero hacerla esperar.

AMALIA. (Preocupada.) Pero, ¡Armando! ¿En qué habíamos quedado? ¿No me dijiste ayer que me ibas acompañar a visitar a la hermana Rosa? Ella te aprecia mucho y le gustaría verte, además siempre te he dicho que ese camino que pretendes llevar, no te va a producir a nada bueno. ¿No sabes que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios?

ARMANDO. (Molesto.) Pero bueno, mamá, ¿vas a empezar de nuevo con tu sermón? Siempre andas criticando mis amistades: que no te gusta lo que hacen…

AMALIA. Lo hago por tu bien. Tú naciste bajo la bendición de un hogar cristiano y tú me prometiste que hoy…

ARMANDO. ¡Que hoy nada mamá! Cambié los planes, ¿OK? ¿Tú crees que voy a perder mi tiempo con esa señora? No, mamá, lo siento mucho, además, ¡que la visite su familia! ¿Es que acaso se olvidaron de ella, que nosotros tenemos que estar arriba de ella?

AMALIA. ¡No hables así, Armando! Te desconozco… ¡Me estas faltando el respeto!

ARMANDO. Lo siento, mamá, pero es que a veces tú me cansas con tus sermones. Y me da mucha rabia. (Calmando las cosas.) Mira, dejemos esto hasta aquí, no quiero seguir discutiendo contigo, otro día te acompaño Ok…

AMALIA. (Reflexiva.) Como me gustaría verte en el grupo de danzas de la Iglesia. Danzándole al Señor… Dime: ¿cuándo piensas enseriarte con las cosas de Dios? Ya sabes lo que dice la palabra, “Acuérdate joven de tu creador en los días de tu juventud”. Él merece nuestra absoluta obediencia. A ver, explícame esto: ayer era Ana Teresa, ahora es Belice y mañana, ¿quién sabe? ¿Tú crees que vas a entrar en la universidad, si sigues con eso? ¿Si estás pendiente de fiestas y noviecitas?

ARMANDO. ¡Mamá, por favor! Yo entiendo que Jesucristo es mi Salvador, que murió por mí y todo eso, pero eso todavía no es para mí, ¡aún soy joven! Yo necesito vivir mi vida, ¡disfrutar mi juventud! Además, tú lo que quieres es tenerme sometido, tenerme aquí encerrado, ¿acaso tu me estás criando para que me quede contigo? Esta chica no te gusta, esta tampoco... ¡Yo no sé qué quieres tú!

AMALIA. Armando, yo solo quiero el bien para ti.

ARMANDO. ¡¡Ya!! No quiero escucharte más… ¡Me largo!

AMALIA. ¡¡Armando!! ¡¡Armando!!

(Armando sale de escena bruscamente, dejando a su madre sola.)



CUARTA ESCENA

(Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Amalia se disponía a ir al mercado con Armando.)

AMALIA. ¡Dios del cielo! Yo no sé qué pasa con este muchacho... ¡Armando, Armando! ¿Se puede saber a qué horas llegaste?

ARMANDO. (Despertándose.) ¿Qué? ¡¡Déjame dormir!! Tengo mucho sueño…

AMALIA. ¡¡No vas a tener sueño, si llegas de madrugada…!!! ¡¡Bien bonito que te está quedando esa costumbre de llegar de madrugada!! Si así fueras cuando te digo que nos quedemos en la Iglesia para hacer una vigilia… (Armando se arropa la cabeza.) ¡Anda, levántate! Necesito que me acompañes al mercadito popular. Sabes bien que hay que ir bien temprano para aprovechar los precios, además tú sabes cómo se llena eso y necesito que me ayudes con las bolsas.

ARMANDO. (Levantándose.) Mamá, todas las semanas te acompaño al mercadito popular, pero entiéndelo, acabo de llegar. Y estoy bien cansado, además los muchachos me vienen a buscar más tarde para ir a la playa. (Se vuelve a arropar.)

AMALIA. (Sarcástica.) Así que, ¿te vienen a buscar de nuevo? Bien bueno contigo... ¿Por qué mejor no te mudas y vives en la calle…? Porque ya casi ni te la pasas en la casa.

ARMANDO. (Se levanta muy molesto.) ¡Sí! ¡¡Lo que me provoca es largarme!!¡¡Ahora no se puede dormir en paz en esta casa!!

(Armando sale de escena.)

AMALIA. ¡Armando! ¡No me hables así! ¡Mira que soy tu madre! ¡Armando…! Pero, ¿quién se ha creído éste que soy yo? Que el Señor reprenda el diablo… ¡Dios mío dame paciencia con este muchacho! (En ese momento toca la puerta Natalia, la amiga de Amalia en busca de unos palitos de fósforos.) Ahora quién será…

NATALIA. Buenos días, Amalia, ¿eso que todavía estás aquí? Ya te hacia en el mercado con Armadito, como ustedes salen bien temprano... Pero menos mal que te consigo, vine para ver si me puedes regalar unos palitos de fósforos que se me apagó la cocina y… disculpa la molestia.

AMALIA. No te preocupes, Naty, no faltaba más. (Los busca y se los da.) Aquí están, ¿vas al mercado?

NATALIA. Sí, ¿por qué?

AMALIA. Para ir juntas, porque Armando no podrá ir conmigo. ¿Vamos?

NATALIA. (Extrañada.) Ah, bueno. Vamos pues. Pasamos por la casa y con eso te cuento algo de Alfredo, pero primero llevamos los fósforos, busco el monedero y nos vamos. Ese muchacho no sé qué le pasa.

(Salen de escena.)



QUINTA ESCENA.

(Horas después aparecen en escena caminando Amalia y Natalia, con las bolsas del mercado, comentando.)

NATALIA. Ay no, Amalia, con estos precios no vamos a poder ni comer. Figúrate que ya subieron la harina de trigo, no se dónde iremos a parar...

AMALIA. Pero démosle gracias a Dios porque hasta ahora nunca nos ha faltado nada, y por ese mercadito que vende barato, porque yo vi. Esa misma harina la vi más cara la semana pasada en el abasto del señor Domingo.

NATALIA. Oye pero, no sé, a mí como que se me olvidó algo. ¿Qué será? ¡Ay! Se me olvidó comprar los fósforos...

AMALIA. (Risas.) Vaya, mujer, con esa cabeza tuya… Eres tan olvidadiza… No importa, no te preocupes, te voy a regalar una cajita que tengo en la alacena.

NATALIA. Gracias, mujer, eres tan buena… Eres una santa. (De pronto ve a dos delincuente en la esquina estaban drogados.) ¡Ay, Amalia! ¿Usted está viendo esos tipos de la esquina?

AMALIA. Sí, los he visto varias veces rondando el barrio. ¿Por qué, Natalia?

NATALIA. Porque esos tipos son unos delincuentes; le dicen los “morochos” y parece que lo están buscando y le digo una cosa: para nada bueno será. En el barrio dicen que la semana pasada mataron a uno por problemas de drogas… Mejor nos vamos por la otra calle…

NATALIA. No, se darían cuenta, además, ¿qué nos pueden hacer? Van a robar a dos pobres como nosotras… (Risas.) Vamos, el Señor nos cuida.

DELINCUENTE 1. Entonces my lady, buenos días. ¿Qué pasó, viejita? ¿Por qué van tan solitas? ¿Las acompañamos?

AMALIA. No, gracias, hijo, nosotras podemos solas.

DELINCUENTE 2. ¿Qué pasó morocho? ¿Te vas a meter con las señoras? No se preocupe mi vieja….

DELINCUENTE 1. ¿Qué pasó? ¿Por qué tan nerviosa, mi doña?

NATALIA. ¿Nerviosa yo…? Eh… para nada…

DELINCUENTE 1. Entonces, mi viejita, será que nos pasa alguito para comer…

AMALIA. Mira, muchacho, yo ni te conozco, y no te voy a dar nada porque ambos sabemos bien que no es para comer sino para comprar esa basura que te metes que además te está destruyendo la vida.

DELINCUENTE 2. (Molesto.) ¿Qué pasó, mi doña? Tampoco la cosa es así… (Saca una pistola.) Ahora, vieja estúpida, me vas dar la cartera o si no ¡¡te quiebro aquí mismo!!

AMALIA. ¡¡Suelta mi cartera!! ¡¡Auxilio!!

(Forcejean y el delincuente mata a Amalia.)

DELINCUENTE 1. ¡¡Vámonos!! ¡¡Te quebraste a la vieja!! ¡¡Corre!! (Salen corriendo.)

NATALIA. (Desesperada.) ¡Amalia, Amalia! ¡No! ¡Auxilio!, ¡ayúdenos!, ¡alguien que me ayude!, una ambulancia, ¡por favor!

AMALIA. (Agonizando.) ¡¡Natalia!!, me muero… me muero… Natalia..., cuida de mi hijo... dile que lo amo… que nunca se aparte de los caminos del Señor…... dile que lo amo... (Expira.)

NATALIA. (Gritando.) ¡¡Amalia!! ¡¡Amalia!!

(Entra en escena Armando apresuradamente.)

ARMANDO. ¿Qué pasó? Señora Natalia, ¿qué le pasó a mi mamá?

NATALIA. ¡La mataron! Armando… ¡la mataron!

ARMANDO. (Conmocionado.) ¡¡Noooo!! ¡¡Mamá!!, ¡¡mamá!!, (Grita desesperado pidiendo ayuda.) Mamá, despierta, estoy aquí, soy Armando, tu hijo Armando… ¿Quién pudo hacerte esto...? ¡Mamá, por favor, no te vayas!, por favor, ¡no me dejes solo!, contéstame mama... mamá, te quiero, tal vez no lo demostré cómo te lo merecías... si tú te vas, ¿quién va a estar en tu lugar? Nadie podrá sustituirte, ¿quién paralizó tus manos que trabajaron tanto por mí...?, ¿quién apagó tu voz...? ¡Mamita querida...! (Entona la canción y luego exclama.) Mamá: ¡¡TE PROMETO QUE VOY A SEGUIR A JESUCRISTO!! Escúchame: ¡¡acepto a Jesús!!

Apartado para Cristo

8 Minutos y 7 Personajes. Pepe, un niño que le encantaba ir a la iglesia, cambia su actitud frente a ésta y no desea asistir más.


APARTADO PARA CRISTO


PERSONAJES

NARRADOR
PADRE
MADRE
HIJOS: dos niños en edad escolar
HIJOS: dos jóvenes

ESCENA UNO

(Los padres están alrededor de la mesa listos para empezar el devocional familiar.)

NARRADOR. (Voz en off.) Desde niño sus padres lo dedicaron a Jesucristo frente a la congregación de la iglesia a la cual asistían. Iba todas las semanas a la Iglesia, y participaba de las actividades de entre semana y de las actividades especiales durante el verano. Le encantaban los concursos en la Escuela porque era el que más sabía en su clase y siempre ganaba. Era puntual, le gustaba ser el primero en llegar a la clase para poder ayudar a su maestra; por eso se sentía mal cuando su mamá o su hermano se retrasaban.

MADRE. Hijos salgan ya de su cuarto que la hora avanza y no quiero que lleguen tarde a la escuela.

(Entran los hijos y se sientan alrededor de la mesa junto a sus padres.)

MADRE. ¿Quién quiere leer la Biblia hoy?

PEPE. ¡Yo, yo!

PADRE. Está bien, pero mañana le tocará a tu hermano, porque tú siempre la lees.

PEPE. Lo que pasa es que a él no le gusta leerla y a mí, sí. Bueno, leamos: Salmo 1:1-3. (Lee el pasaje bíblico.)

PADRE. Oremos. Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, Danos el pan de cada día y perdónanos como nosotros perdonamos a los demás. Líbranos de todo peligro, en el Nombre de Jesús, amén.

(La familia se despide y todos salen de escena.)


ESCENA DOS

NARRADOR. (Voz en off.) Ya han pasado varios años en esta hermosa familia. Los hijos crecieron y los padres continúan activos en sus trabajos y en la congregación, sin dejar de fomentar el altar familiar y la asistencia a la iglesia. Lamentablemente algunas cosas han cambiado, sobre todo en la vida de Pepe. Ya no es el mismo niño de antes.

(De aquí en adelante los padres muestran el paso de los años en su apariencia, y los dos hermanos están representados por los jóvenes. El padre, la madre y el otro hermano están sentados alrededor de la mesa.)

PADRE. Pepe, date prisa que te estamos esperando para empezar el devocional.

PEPE. (Asomando la cabeza.) ¿Por qué no empiezan sin mí? Todavía me falta mucho para terminar de arreglarme. No quiero a ir a la escuela desarreglado solo por tener que leer la Biblia y orar.

(Los padres y su hermano se quedan asombrados al escuchar el comentario de Pepe; se miran unos a los otros y suspiran.)

MADRE. Pepe, sal de tu habitación ahora mismo. Y si es que vas a necesitar más tiempo para arreglarte, te sugiero que pongas tu alarma media hora antes de lo acostumbrado. No vamos a empezar el devocional sin ti, tú eres parte de esta familia.

(Pepe se une de mala gana a su familia. Hacen el devocional y salen de escena.)

NARRADOR. (Voz en off.) ¿Qué estaba pasando con Pepe? Era como si no estuviera presente. Su mirada estaba perdida en el vacío, no tenía interés, no había pasión por escuchar la lectura de la Biblia o estar junto a su familia. Este fue el punto que marcó la diferencia en la vida de Pepe; fue una de las tantas veces en que sus padres tuvieron que casi forzarlo para que participara en el devocional familiar y las demás actividades, incluyendo asistir a la iglesia.



ESCENA TRES

(Todos, menos Pepe, están arreglados y con su Biblia en la mano para ir a la Iglesia.)

PADRE. Pepe, solo faltas tú, te estamos esperando.

PEPE. No quiero ir a la Iglesia hoy. Mis amigos me invitaron a un concierto y prefiero acompañarlos a ellos. Perdóname que no te lo dijera antes pero, ¿me das permiso para ir con ellos?

PADRE. Pero hijo, ¿cómo se te ocurre eso? Tú sabes que hoy lo dedicamos a Dios y a estar unidos como familia. ¿O ya se te olvidó que te gustaba ser el primero en llegar a la clase?

PEPE. Papá yo he cambiado y los tiempos también. En aquella época yo era un niño, pero ahora ya soy un joven. Tengo otras cosas que hacer, no solo ir a la iglesia.

MADRE. Hijo, sí he visto tu cambio hacia las cosas de Dios últimamente pero en realidad me sorprende tu actitud y que te expreses de esa manera.

HERMANO. Mamá, Papá, si él no quiere ir, que se vaya con sus amigos. Vámonos nosotros.

PADRE. ¿Sabes qué, Pepe? En esta casa hay reglas, y se tienen que cumplir. Diles a tus amigos que tú tienes seis días más para acompañarlos, pero que hoy es el día del Señor y de la familia.

(Salen todos.)

NARRADOR. (Voz en off.) Durante los días que siguieron a este episodio hubo mucha tensión en el hogar. La madre trataba de mostrarse fuerte, pero en su interior estaba destruida. Ella sabía lo que estaba pasando dentro de su hijo; lo comprendía porque ella había sido criada de la misma manera que ella y su esposo lo habían criado a él. Pero un día, al igual que Pepe, ella se llenó de dolor, rebelión y frustración, y empezó a llenarla una frialdad y apatía hacia las cosas de Dios y de la familia. La madre lo entendía, pero le dolía. Porque también sabía por lo que su hijo tendría que pasar para volver a experimentar el gozo del Señor. Sabía que Dios lo iba a tener que moldear, y eso no iba a ser fácil, iba a doler. Ella tenía un consuelo. En su corazón sabía que un día Dios iba hacer la obra en su hijo, porque se apoyaba en una gran promesa que Dios le había dado en su Palabra: "Instruye al niño en su camino, y aún cuando sea viejo, no se apartará de el”. Pepe se había olvidado de Dios, pero Dios no se olvidó de él. Esa madre sabe que algún día él volverá y será diferente. Ese hijo todavía va a la 1glesia de vez en cuando. Dice que ama a Dios. Pero el ambiente ha sido más fuerte; los amigos y las actividades no lo dejan acercarse al verdadero Camino. Pero un día todo cambiará, él volverá. Sí, él volverá.

¡Escúchame, por favor!

30 Minutos y 11 Personajes. Los hijos de la familia Rodríguez viven con poca atención por parte de su padre, que no los escucha, y porque su madre está gravemente enferma en el hospital. El padre empieza a salir con otras mujeres mientras que los hijos se juntan con amigos poco recomendables. A esa familia les hace falta un salvador: Jesucristo.


¡ESCÚCHAME, POR FAVOR!
María Alejandra de la Barrera

PERSONAJES

PAPÁ: JULIO RODRÍGUEZ
MAMÁ: RINA
AMIGO DEL PAPÁ: PACO ALCAHUET
HIJA: LAURA
HIJO: FABIÁN
AMANTE: CUCHI
CRISTIANO: CRISTIAN
AMIGOS DE LA UNIVERSIDAD: DELCY, KATY, TATO
MÉDICO DE LA CLÍNICA: DOCTOR REMBERTO BUELVAS




PRIMERA ESCENA

(El padre de Laura es un hombre moderno. Su vestimenta es de ejecutivo, tiene dinero. Son una familia de muchas facilidades. Es presumido de su aspecto físico y posición social y económica. Este hombre se ama mucho a sí mismo, es orgullo y presume ser un buen padre. Laura es una chica que se encuentra deprimida por la situación de su madre: ella está en una edad muy difícil para tomar decisiones y le afecta todo lo que pasa a su alrededor.)

LAURA. ¿Me llama su secretaria? ¿Sí, dígame? ¿Que lo llame ahora? ¿Qué pasa con mi mamá? ¿Va a salir o qué? ¿Qué? Pero, ¿por qué otra vez? No, pues, chao. ¡Gracias!

PAPÁ. ¡Hola! (Despeina a Laura cuando entra y le silva.)

LAURA. Siempre me saluda como a un perro… Hoy no estoy para jueguitos, viejo, ¿ah?

PAPÁ. Antes sí te gustaba que te hiciera así en la cabeza. ¿Ya no? ¡Hum! ¿Te despeinas? ¡Je, je!

LAURA. El médico me dijo que te diera un mensaje.

PAPÁ. ¿Qué pasó ahora?

LAURA. Otra vez mi mamá en cuidados intensivos la volvieron a meter porque tuvo una recaída pero, ¿por qué no sale de eso? ¿Qué es lo que pasa?

PAPÁ. A ver, Laura, mira, ya yo he tenido que asimilar pues que en la vida pasan esas cosas, ¿no? Y pues… he tenido que asimilarlo, ¿qué podemos hacer?

LAURA. ¿Estás como desocupadito hoy o tienes algo?

PAPÁ. ¿Eh? Sí, estoy esperando que me llamen; tengo una cita de los negocios… Eh, mejor dicho dentro de un rato tengo que llamar a alguien. Sí, ya se está pasando un poco de tiempo. Bueno aprovechamos para hablar, casi nunca tenemos tiempo, ¿no?

LAURA. ¡Ah! ¿Hablar? (Exclama, muy sorprendida de lo que dijo su padre. Con una expresión de no creer lo que está escuchando.)

PAPÁ. Sí, estos tiempos tan congestionados, tan difíciles… La vida es muy acelerada, ¿no? Así que aprovechamos para hablar, ahora que hay tiempo.

LAURA. Bueno, pues yo te quería hacer varias preguntas… Realmente hace tanto tiempo que no puedo hablar contigo sobre mi mamá y tengo una caja de cosas aquí abiertas en la cabeza…

(Interrumpe el papá.)

PAPÁ. Bueno, aquí está tu papá para escucharte, soy todo oídos… Aprovechemos, a ver, háblame, yo también estoy que hablo con mi hija, sí…

LAURA. Bueno, eh, yo tengo… Yo tengo un amigo que es cura. Él me dijo que si podía ir a orar a…

PAPÁ. (Interrumpe.) ¡Laura, Laura, Laura…!

LAURA. ¡A ver si nos hace el milagro! (Exclama casi llorando.)

PAPÁ. Mira, ese tema mejor no lo toquemos, ¿ok? ¿Sabes cuánto me desagrada oír de eso? Tenemos que admitir lo que vivimos.

LAURA. Ellos se llaman “Los Nocondos”. Tengo un grupo de amigos y todos son pues… Ellos son buenos, ellos no, no toman, no fuman, noo (dice pensando un rato) Nada, no, sí, pero… Es que hay otro grupo de amigos que… ¡Híjole! Son los contrarios… (Se ríe.) Son terribles, pues como la vida es, extremos, lógico. Yo quise salir con esos muchachos pero como...

(Interrumpe el papá.)

PAPÁ. Laury, por una vez, mira, tú no te preocupes… Como todo en la vida, mira a mí también al principio se me dificultaba un poco pero con el tiempo se me fue aclarando, se me fue facilitando. ¿Ves? Cuestión de práctica, como todo en la vida…

LAURA. Bueno, entonces ese grupo de amigos…

(Interrumpe el papá.)

PAPÁ. Sí, te entiendo perfectamente, mija, te entiendo perfectamente, Laurita. Mira, yo quiero decirte una cosa. El pelado es morenito, ¿si o no? El pelado que te gusta es morenito y tienes miedo de decírmelo, yo sé, tú lo trajiste el otro día a la casa pero no te preocupes yo no soy racista. Yo soy una persona de un espíritu nuevo, renovado, soy una persona moderna no tengo ningún tipo de conflictos con esas cosas (trata de hablar la hija y él no la deja. Levanta el papá el tono de la voz) y es que ya una no está para tanta cosa, Laurita, yo no me voy a interponer entre tú y tu felicidad, los jóvenes de ahora tienen necesidad de libertad, tú tienes un papá modero. A ver, sigue, sigue y aprovechemos para hablar porque soy todo oídos, Laurita.

LAURA. Bueno, la verdad es que no es sobre… sobre…

(El papá interrumpe. Laura lo mira callada y desesperada porque no la deja hablar.)

PAPÁ. Te entiendo perfectamente porque sé lo que yo aprendí de mi papá. Mi papá y yo tuvimos una excelente relación y algo me decía él mucho a mí, era: (cambia el tono de la imitando a su padre) “¡Mijo! Te escucho, siempre te escucho”. (Levanta el tono de la voz) Y algo bien es que he aprendido a hacerle caso a mi Cucho, Padre, en los negocios, en mi trabajo, con las mujeres, contigo, con mi esposa, con todo el mundo escucho, siempre escucho, Laura, y me ha dado tremendos resultados.

LAURA. Sí, me imagino… No hay sino que verte. ¡Hum! Pues resulta que el grupo de amigos que te estoy diciendo…

(El papá interrumpe.)

PAPÁ. ¡Ah, ah! Tengo el tiro para las mujeres. Mira, uno conoce una mujer y las conoce a todas. Uno ve a la mujer y tiene que empezar a comprender y saber cómo piensan las mujeres. Ustedes, pues, la naturaleza las creó así y no tienen la culpa, ¿eh? Uno ve a una mujer y las conoce a las demás. Yo pienso que el coeficiente de todas más o menos funciona de la misma manera y no pues, Lara, qué te puedo decir… Puedo ver en esa carita tuya un poco de nostalgia, de depresión y eso de todas mujeres… Tú no eres la excepción, hijita.

LAURA. ¿Te diste cuenta? Pues es que, imagínate que Rosario, mi amiga, me dijo que mi mamá…

(El papá interrumpe.)

PAPÁ. Laura, yo entiendo perfecta cómo se trata esto en una mujer. ¿Cuándo una mujer está deprimida? Decía mi papá (cambia el tono de voz) Cuando una mujer se deprime, mándala de compras. ¡Sí! ¡Es perfecto! ¡Una mujer se deprime y uno la manda para el centro comercial y se le pasa! Son felices tirándose la plata, mira es un remedio buenísimo… Todas llegan felices: se airearon, cambiaron de ambiente… Tú no eres la excepción, mi vida, así que vamos a hacer una cosa: Aquí tienes plata. Te vas a un centro comercial, compras lo que quieras. Si no te alcanza aquí tienes una tarjeta de crédito. Papá paga, ¿ok? No te preocupes, mi vida. ¡Papi paga! Te llevas el carrito, sacas del garaje el que quieras… si quieres el último que te compré y no hay ningún problema, mi vida, tranquila, todas las mujeres son iguales. Mira, yo le agradezco tanto a mi viejo que me enseñara a conocerlas a ustedes porque bueno, si no las conocieras me habría metido en tantos problemas… Bueno, ya sabes, ve de compras, ¿No, mi vida? (Silencio por un momento. Laura queda pensando callada.) ¿Sí? ¿Ves como todo en la vida se soluciona con unas buenas compras y una buena charla?

LAURA. ¡Ah, ah, ah, ah! (Se para.) Por primera vez podíamos hablar, y habló él solo. No, no… ¿Que quiere que me divierta? Me voy a divertir.

(Ella va a su habitación. Él se sienta en la sala. Ella sale.)

PAPÁ. ¿A dónde vas?

LAURA. A divertirme.

PAPÁ. A divertirte… (Abre el teléfono celular.) ¿Halo? Sí, por favor, ¿Cuchi?

(Cuchi no sale en escena, sólo se escucha su voz.)

CUCHI. ¿Haló?

PAPÁ. ¿Cuchi? Sí, hablas con el Doctor Rodríguez.

CUCHI. ¿El del Mercedes Benz?

PAPÁ. Sí, sí, el del Mercedes, ¡ja! Sí, me gustaría saber si te gustaría ir conmigo por ahí a… que tomáramos un vinito.

CUCHI. ¡Ah, sí, claro! ¿Te parece a las 9?

PAPÁ. Sí, sí, a esa hora está bien. Yo te recojo, ¿ok? Besitos, chao. ¡Ah...! ¡Qué cosa son las mujeres! (Suspira profundo.)



2 ESCENA

(En la casa…)

FABIÁN. Otra vez esto está solo: mi mamá en la clínica, mi papá… ¡Hum! Seguramente salió a sus reuniones de negocios. ¡Negocios! ¡Ja! Eso dice él… ¿Laura? ¿Laura? ¿Laura? Dónde se habrá metido ésta también… seguramente está con sus amigos los raros, esos con que anda ahora, hasta el día en que… mejor no digo nada, es que… yo siempre pago los platos rotos de todo, esta casa tan grande y tan sola… Aquí hace falta algo definitivamente. Mejor veo televisión, de pronto sale algo que me vaya a servir...

(Prende la tele. Habla alguien que hace el papel de Walter Mercado.)

“La solución está aquí, llama hoy mismo, porque hemos conseguido para ti la línea más selecta de personas que te ayudarán a salir de esa soledad, de esas cuatro paredes en las que te encuentras encerrado, no seas tonto, llama ya, a la línea de Walter Basurto”.

(El apellido Mercado se cambia por el nombre de un supermercado famoso o el nombre del mercado de la ciudad.)

(Suena el teléfono.)

FABIÁN. ¿Hallo?

CRISTIAN. Gracias, es tan amable. ¿Laura?

FABIÁN. Ella no está, ¿de parte de quién?

CRISTIAN. De Cristian, un amigo. Por favor, le dices que si puede ir mañana a la iglesia, que la esperamos en el culto.

FABIÁN. ¿Curso de qué?

CRISTIAN. Curso no, el culto de oración.

FABIÁN. ¡Ahhh! Ya, ya te entiendo. Tranquilo, yo le digo.

CRISTIAN. Gracias, hasta luego.

FABIÁN. (Cuelga el teléfono.) Será hasta nunca, ¡loco! Ahí está pintada Laura… Ahora y que va a ir al culto… Esta vaina no la salva nadie, ella cree que Dios puede oírla, ¡está loca! Dios no oye a nadie, mucho menos a la loca de mi hermana… En fin, yo creo que hay que dejar que todo pase, pero y si se muere la vieja… ¡Huy! ¡No! (Se pone muy triste, casi sollozando.)



3 ESCENA



PAPÁ. Es que todo es como yo te lo digo, Cuchi, uno en esta vida tiene que saber enfrentar los problemas y no esconderse tras ridiculeces como algunos que se esconden tras las religiones y se vuelven fanáticos…

CUCHI. Sí, eso es una de las cosas que me encanta de usted, Doctor.

PAPÁ. ¿Cuál doctor? ¿Cuál doctor? Julio, por favor. Nenita, Julio… (Se acerca más a Cuchi.)

(Llega Paco y los sorprende.)

PACO. Pero, mira, nada más y nada menos que tenemos aquí al doctorcito Julio Rodríguez.

PAPÁ. ¡Hola, Paco! Paco Alcahuet, gran amigo mío. Mira… eh… Te presento a Cuchi.

PACO. ¡Hola, Cuchi! ¡Queridísima Cuchi!

PAPÁ. ¡Eh! Sí, Paquito, imagínate aquí, contándole a Cuchi que mi hija es una joya, ella siempre cuenta conmigo para todo. ¿Sabes? Antes de venir a esta cita, eso sí, con previo consentimiento de ella para salir... Además me dijo que se sentía orgullosa de su padre por la atención que yo le doy, ¿cierto, Cuchi?

PACO. (Interrumpe.) ¿Y cómo va Rina? ¿Ya salió del hospital?

PAPÁ. ¡Ah, ah, ah, ah! Sí, sí, Rina, Rina…

(Interrumpe Paco.)

PACO. Sí, Rina, tu esposa, ¿no?

PAPÁ. Bueno, verás, sí, ella está mejor, ¿sabes? Ella… Yo hablé con ella y me dijo que… Bueno, que saliera, tan linda mi esposa preocupándose para que no esté aburrido, ¡ja! Que me despejara un poco de todo a mi alrededor, ¿sabes? Oye, Paquito Alcahueta, eh, digo Alcahuet, me tengo que ir, ya es tarde. Cuchi, ¿nos vamos, verdad? Aprovecho y te llevo, ¿no? Chao, querido Paquito, nos vemos, ¿ok? Saludos, ¿ah?

(Salen.)



4 ESCENA

(Está el padre en la sala de la casa y entra Laura con una ropa diferente, un estilo a Harley Davinson. Entra hablando sola y riéndose.)

PADRE. Laurita, mi amor, ¿de dónde vienes a estas horas de la noche?

LAURA. Pues vengo de donde quiero venir, ¿sabes? De donde sea que venga está muy bien, ¿bueno? (Laura habla como una persona que ha tomado drogas.) ¡Ja, ja, ja, ja! Oiga, viejo, y ¿usted todavía está despierto? La vejez no llega sola, ¿verdad? Ya le da insomnio, ¿no? ¡Ja, ja, ja, ja, ja!

PADRE. Laura, ¿has estado bebiendo? ¡Contéstame, Laura!

LAURA. Bebiendo, para nada, viejo… creo que mejor me voy a dormir porque yo sí tengo sueño.

(Laura entra al cuarto y su padre se queda en la sala pensativo. A la mañana siguiente…)

PADRE. ¿Laura? ¿Laura? (Grita el padre.) Baja el volumen de ese aparato… ¿Laura?

(Laura pone la música pone la música muy estruendosa y despierta a todos en la casa. Se levanta Fabián.)

FABIÁN. ¿Laura? Estás loca, abre la puerta y baja el volumen.

PADRE. Es inútil, hijo, mi pequeña está rarísima desde anoche.

(Suena el timbre de la casa. Fabián abre la puerta y llegan los tres nuevos amigos de Laurita: Delcy, Katy y Tato. Estos tres tienen una pinta de rockeros.)

FABIÁN. ¿Sí? ¿Qué se les ofrece?

DELCY. Laura, por favor.

FABIÁN. ¿Laura? ¿Que se traen con mi hermana o qué?

TATO. Mira, flaco, dile que aquí estamos nosotros. Ella sabe quiénes somos. Dile que vino Tato a buscarla.

FABIÁN. Está bien, un momento. Esperen allí afuerita.

PADRE. ¿Quién es?

FABIÁN. Los nuevos amigos de Laura. (Grita.) Laura, te busca Tato.

LAURA. ¿Tato? ¡Huy, sí! Ya voy…

FABIÁN. Esto es el como, deberías estar más pendiente de los pasos de Laura, papi.

PADRE. Tranquilo, hijo, Laurita es una niña linda que no se atrevería a andar con maleantes o algo por el estilo.

(Laura sale corriendo. Su padre y su hermano la miran por la vestimenta que lleva tan extraña y sin despedirse se van con sus amigos. Su padre y su hermano hacen silencio. Suena el teléfono.)

FABIÁN. ¿Haló? ¡Hola! Sí, claro, habla con el hijo. ¿Cómo está, Doctor Remberto? ¡Mi mamá! ¡Ajá! Sí, claro, entiendo. (Su padre hace cara de aburrimiento por la llamada.) Sí, aquí está él, ya se lo paso.

(Le entrega el teléfono a su padre y le dice es el Doctor Remberto Buelbas.)

PADRE. ¡Hola! Sí, doctor, bien, ¿cómo le va? ¿Que no he ido? Claro, yo entiendo que Rina necesita que esté a su lado, doctor, pero entiéndame usted a mí. No puedo abandonar los negocios y aparte de todo a mis hijos; ellos necesitan de mí. Ahora mismo están bajo mis cuidados. Ok, entiendo… No, esa decisión no la tomo ahora... Rina… sé que su estado crítico… Lo sé, claro, entiendo, entiendo… Ok, mandaré a mi hijo, ¿bueno? Gracias por todo, doctor, sí, allá estaremos. Adiós.

FABIÁN. ¿Qué te dijo? Mi madre morirá, ¿verdad?

PADRE. Mira, hijo, yo lo asimilé hace ratos. No puedo evitarlo, ¿ok?

FABIÁN. Pero, debe haber una forma de salvarla (llorando.)

PADRE. Lo siento, hijo, lo siento.

FABIÁN. Vamos a verla, papi, por favor. Nunca vas a la clínica. La única que iba era Laura y ella ahora parece que no le importa.

PADRE. Ve tú, hijo, no me gusta ver así. Después de que estaba tan linda y tan rozagante.

FABIÁN. Pero es tu esposa… Y ahora necesita de nosotros. Es el colmo… (Sale apresurado a la calle y casi tropieza a su padre al salir.)



5 ESCENA



(Al día siguiente. Laura entra a casa con Cristian. Su vestimenta ya es de una niña seria, cristiana.)

LAURA. Cristian, cantemos esa canción que me gustó, por favor.

(Cristian comienza a tocar la guitarra y comienzan a cantar “Cuan grande es Él” En esos momentos entra su padre.)

PADRE. ¡Laura! Esto es lo último. Cualquier cosa menos esto. ¿Te volviste loca? ¿Qué son esas cancioncillas que te oigo cantar?

LAURA. Padre, tengo algo nuevo que contarte…

PADRE. Un momento, yo soy el que tiene algo que contarte. A mí no me gusta ese rollo que tienes ahora. Cualquier cosa menos esto.

CRISTIAN. Perdone, Señor.

PADRE. Usted no es de la familia así que no interrumpa.

LAURA. Vámonos, Cristian. ¡Ven, vámonos!

(Laura sale con Cristian y su padre se queda solo en la sala.)

FABIÁN. Papi, ¿con quién iba saliendo mi hermana? La noto diferente hoy.

PADRE. Con un ridículo. Mejor dicho, esas malas amistades que se consiguen ustedes, los hijos, y lo hacen sufrir a uno.

FABIÁN. Bueno me voy a la clínica a ver a mi mamá. ¿Vas a ir?

PADRE. No, bueno, iré más luego, ¿ok?

FABIÁN. Ella quiere verte. Yo lo sé.

(Fabián sale y se va a la clínica.)



6 ESCENA

(De regreso. Entra Fabián bien contento. Su padre no está en casa. Luego llega Laura con Cristian y se sientan a alabar al Señor. Laura llama a Fabián para que los acompañe en la adoración.)

LAURA. Fabián, ven.

FABIÁN. Ya voy, Laura, ya voy…

LAURA. Ok, te esperamos.

CRISTIAN. ¿Cómo te sientes después de haber experimentado todo esto?

LAURA. ¡Feliz! No hallo la hora de que todo el mundo sepa lo que sucedió allá en la clínica. Estoy dichosa, ¿sabes?

FABIÁN. Aquí estoy, comencemos ya…

(Los tres empiezan a cantar una adoración a Dios cuando entra el padre.)

PADRE. Bueno, ahora sí me explican que es lo que les está pasando a ustedes dos. ¿Qué significa este alboroto?

LAURA. Sucedió algo grandioso, papi. Algo extremadamente grandioso.

PADRE. ¡Ah!, ¿sí? ¿Qué puede ser tan grandioso?

LAURA. Todos tenemos a Jesús en nuestros corazones. Eso es algo grandioso.

PADRE. Jesús, ¿de qué Jesús hablas? ¿El de la esquina donde venden la pizza?

PADRE. Sé que tengo unos hijos bien cuerdos que serían incapaces de meterse en algún lío raro.

FABIÁN. Papá, tenemos que hablar y contarte muchas cosas.

PADRE. Creo que ustedes me están tomando el pelo. ¿Cómo es que tenemos que hablar? ¿Es que acaso yo no hablo con mis hijos?

(Interrumpe Cristian.)

CRISTIAN. Los dejo, tengo que irme, adiós. (Sale de escena.)

LAURA. (Empieza a llorar.) Siempre dices que hablas con nosotros pero en realidad nunca lo haces, papi. Siempre crees saberlo todo y crees que con dinero todo queda solucionado pero no es así, así no son las cosas.

FABIÁN. Además, ¿sabes algo, papá? No pensé que tuvieras un corazón tan duro y tan rígido. No te importaba que nuestra madre estuviera muriéndose en la clínica. Nunca fuiste a verla; sólo el día que la internaste… Eso no es amor, ¿sabes?

(El padre agacha la cabeza, apenado, con sus hijos.)

LAURA. Siempre deseé tener un padre que fuera mi mejor amigo, que me aconsejara, que me escuchara pero nunca estuviste en los momentos que más te necesitaba. Siempre estabas en la empresa o tenías alguna junto con tus socios.

LAURA. ¿Sabías, papi, que mi mamá está sana, está curada? ¿Sabías eso?

PADRE. Rina… (Exclama con lágrimas en los ojos.)

FABIÁN. Sí, padre, a nuestra madre la sanó nuestro señor Jesucristo y ella está bien. Los médicos aún no pueden creerlo.

LAURA. Y hasta quiere verte, papi, no ha hecho sino preguntar por ti.

FABIÁN. Padre, Dios es real, Él está vivo, Él sanó a nuestra madre. Esto no es un cuento o fanatismo, como tú lo llamas, tienes que creer, padre, tienes que creer.

PADRE. Perdónenme, siempre he sido arrogante y orgulloso. Pensé que era el mejor padre del mundo. Dándoles lo que ustedes necesitaban y sólo pensaba en lo material. En el fondo tenía miedo de ver los problemas, de enfrentar la vida. Perdónenme, hijos, perdónenme.

LAURA. Padre, no te preocupes. Sólo pídele perdón a Dios y Él te perdonará todas tus faltas.

PADRE. Sí, enséñenme cómo puedo hacerlo, por favor. (El padre cae de rodillas.)

PADRE. Dios mío, perdóname por lo malo que he sido.

(Laura y Fabián se arrodillan junto con él y lo abrazan. El padre los besa.)

PADRE. Quiero cambiar y que seamos una familia unida. Iremos a buscar a su madre y volveremos a empezar de nuevo con Dios.

LAURA. Te amo, papi.

FABIÁN. Yo también te amo, padre.

PADRE. Perdónenme, sé que les hice mucho daño. Ahora será diferente. Quiero escucharlos. A los dos los amo.

Obedeced siempre

17 Minutos y 9 Personajes. Un joven desobedece a sus padres y consigue meterse en un buen lío. Las malas compañías con las que se junta casi consiguen que se meta en el mundo de la droga.

OBEDECED SIEMPRE
Jinmaris Murillo. Revisada y corregida por Andrés Varela

PERSONAJES

BRYAN
PABLO
LAURA
RONALD
JOAN
POLICÍA 1
POLICIA 2
JEFA DE POLICÍA

VOZ EN OFF


(Escenario. Sala de una casa.) En el segundo acto solo hay una banca o pollo de parque. En el tercero, es la oficina de la jefe de policía.


ACTO I

(Pablo y Laura están en la sala. Ambos están leyendo la Biblia, y comentándola entre ellos.)

BRYAN. (Entra por la derecha.) Pá', má' ¿Puedo salir con mis amigos?

PABLO. (Dejando de leer.) ¿Quiénes son tus amigos?

BRYAN. ¡Ay, pá! No te hagás. Son Joan y Ronald.

LAURA. Ya te habíamos dicho que no queremos que andés con ellos.

BRYAN. (Molesto.) Pero má'…

LAURA. Pero nada, ¿quedó claro?

(Bryan asiente de mala gana.)

PABLO. (Le extiende la mano) Vení hijo, sentate acá con nosotros.

(Bryan obedece, pero no de muy buena gana. Incluso en su rostro se dibuja una mueca de disgusto. Pablo y Laura se hacen a un lado para que Bryan se siente en medio de ellos.)

LAURA. Hijo, lo que estamos haciendo es buscando tu propio bien. Tal vez ahora no lo entendás pero algún día lo vas a comprender. Quizá ya tu papá y yo no estemos y nos lo vas a agradecer.

PABLO. Además, esos jóvenes no son una buena amistad.

BRYAN. (Molesto.) Ustedes no pueden hablar ni opinar de ellos porque ni siquiera los conocen.

LAURA. No es necesario. Ellos mismos lo demuestran, con su forma de vestir y hablar. Empezando porque ni siquiera van al colegio. Además, nos han contado muchas cosas negativas acerca de ellos.

BRYAN. Pero no porque los demás hablen mal de ellos, ustedes también lo van a hacer.

PABLO. Bueno, que hablemos mal o bien de ellos no es el punto, lo que queremos es que nos obedezcás, si no muy pronto vas a ver el resultado de tu desobediencia.

LAURA. Es mejor que te apartés de ellos. No que les dejés de hablar, sino que... No andés con ellos, así de simple.

BRYAN. (Molesto.) ¡Ay! Por favor. Ya entendí, no es necesario que me lo vuelvan a repetir.

PABLO. Bryan, es nuestro deber. Te corregimos porque te amamos, así como Dios nos corrige a nosotros. (Abre la Biblia y busca un pasaje.) Mirá lo que dice Proverbios 3:12 "Porque Jehová al que ama, castiga, como el padre al hijo quien quiere.”

LAURA. Hijo, entiendo que vos querés andar con ellos pero, ¿te has preguntado si es lo que Dios quiere para vos?

BRYAN. (Se pone de pie muy enojado.) ¡Ya! No más. Suficiente. Ya no quiero escuchar más sermones.

PABLO. (Poniéndose de pie le habla a Bryan muy enérgicamente.) Tu mamá y yo tenemos que salir. Espero que pensés muy bien las cosas y que no vayás a cometer una locura.

LAURA. (Se pone de pie y se acerca a su hijo pero éste la rechaza.) Recordá hijo: El avisado ve el mal y se esconde, solo los necios pasan y reciben el daño.

PABLO. Haznos caso, mejor aún, hazle caso a Dios, Él te ordena que debés obedecernos siempre, porque eso le agrada a Él. Además, si nos honrás, serás un hombre de larga vida sobre la tierra y todo lo que hagás va a ser prosperado.

BRYAN. La Biblia también dice que ustedes, padres, no deben exasperar ni provocar a ira a sus hijos.

LAURA. Nosotros en ningún momento buscamos hacerte enojar. Siempre ha sido nuestra intención buscarte el bien, y nada más.

BRYAN. (Reflexiona un momento.) Está bien. No voy a salir. Voy a llamarlos para cancelar todo.

LAURA. (Sonríe.) Me parece muy bien.

PABLO. (Le da la Biblia a Bryan.) Tomá, hijo, léela. Acá encontrarás las respuestas a tus preguntas.

LAURA. Bueno, nosotros nos vamos. Portate bien, que nada te cuesta.

PABLO. Adiós, hijo.

BRYAN. (Rehuyéndoles.) Sí, sí, adiós.

(Laura y Pablo salen por la izquierda.)

BRYAN. (Se cerciora de que sus padres se hayan ido. Toma la Biblia y la abre.) Bueno, vamos a ver qué tonterías dice este libro (La abre y lee en voz alta Proverbios 6:20, luego Efesios 6:23. Cierra la Biblia y la tira en el sillón.) ¡Bah! Éste libro solo babosadas dice. Si no honro a mis padres no tendré larga vida. Es lo más estúpido que he escuchado. Mejor me voy. Mis amigos ya deben estar esperándome. Según mis papás yo los iba a obedecer. (Sale caminando por la derecha.) Con tal de que se callaran, preferí mentirles. Pero ni loco me pierdo esta salida con mis amigos. (Sale.)



ACTO II

(En el escenario hay una banca o pollo de parque. Junto a ella hay dos adolescentes de más o menos 14 años. Están un poco impacientes. Bryan entra el medio del público.)

JOAN. (A Ronald y señalando a Bryan) Ahí viene.

RONALD. (Un poco molesto.) Ya era hora.

(Bryan los saluda cuando llega a dónde ellos están.)

RONALD. Pensábamos que no ibas a venir.

BRYAN. Ni que fuera tonto pero mis tatas se pusieron a hablar muchas tonterías, y a sermonearme, por eso me atrasé. Y ni loco me iba a quedar en casa haciendo el tonto.

JOAN. (Lo felicita.) Así me gusta. Como los grandes.

(Ronald saca una bolsa con un polvo blanco adentro.)

BRYAN. (Asustado.) ¿Qué es eso?

JOAN. Es azúcar de repostería (Le da una palmada por la cabeza.) No seás tan bruto. ¿Seguro que no sabés de qué se trata? Eso (señala la bolsa) es droga, mi amigo: Cocaína pura.

BRYAN. (Sorprendido y asustado.) ¿Qué?

RONALD. No te hagás el inocente, ya escuchaste. Vamos a volar un rato.

JOAN. (Saca un pequeño tubillo para inhalar. Saca un poco de polvo de la bolsa y le ofrece a Bryan.) ¿Querés?

BRYAN. (Temeroso.) ¿No es peligroso?

JOAN. Claro que no. Se siente rico y relajante.

RONALD. (Animándolo.) Vamos Bryan, no seás una niñita.

(Bryan toma tembloroso lo que Joan le ofrece. Por la izquierda entran dos policías.)

POLICÍA 1. (Saca su arma.) ¡Alto! No se muevan.

(Joan y Ronald salen corriendo por entre el público, solo Bryan se queda.)

POLICIA 2. (Toma a Bryan de los brazos.) ¿Qué pensabas hacer muchacho?

BRYAN. (Muy asustado.) Nada, se lo aseguro.

(El Policía 1 se inclina y comprueba que el polvo blanco que cayó al suelo es droga. Le hace una seña afirmativa a su compañero.)

POLICÍA 2. (Saca unas esposas y se las pone a Bryan.) Vamos amiguito, estás en serios problemas.

POLICÍA 1. (Recoge el pequeño tubito y la bolsa que dejaron botada Joan y Ronald.) Aquí hay suficientes pruebas como para encerrarte un buen rato en la cárcel.

BRYAN. (Casi llorando.) Se lo juro oficial, yo no hice nada, es más, ni siquiera probé de ese polvo.

POLICÍA 2. Bueno, por más que hables no puedes hacer nada. Así que, andando, mi amigo.

POLICÍA 1. Si tienes alguien a quien llamar, tus papás, un tío, tu abuelita en la comandancia tendrás oportunidad para hacer una llamada.

BRYAN. Mis papás. Ellos pueden ir a recogerme.

POLICÍA 2. ¿Recogerte? Lo dudo. Visitarte suena más coherente.

POLICÍA 1. Vamos.

(Salen por la izquierda. Bryan va llorando, pero no opone resistencia. Se apagan las luces.)



ACTO III

(Las luces se encienden. El escenario es la oficina de la Jefa de la comandancia. La Jefa está sentada, llenando algunos papeles. La acompañan los dos policías. Por la derecha entran Pablo y Laura.)

PABLO. (Muy triste.) Buenas noches. Somos los padres del niño Bryan Moreno Blanco.

JEFA. (Se pone de pie.) Muy buenas noches, tomen asiento, por favor.

LAURA. (También muy triste.) Gracias. Venimos en cuanto pudimos. La verdad, nos costó mucho entrar en razón.

(Pablo y Laura se sientan.)

PABLO. Como ahora se da mucho el hacer bromas por teléfono, creímos que nos estaban tomando el pelo.

LAURA. Pero al llegar a casa y no encontrar a Bryan caímos en razón.

JEFA. ¿Trajeron los papeles que les solicitamos?

LAURA. Sí, claro. (Saca unos papeles de su bolso y se los entrega a la Jefa.) Aquí tiene. La constancia de nacimiento de Bryan y la constancia de matrimonio de nosotros dos. Ah, y las cédulas de ambos, también.

JEFA. (Revisa los papeles.) Muy bien. (Le da la orden a los policías para que traigan al muchacho. Luego le habla a los padres) Disculpe que los incomodara tanto, pero es que queremos evitar que se roben más niños y adolescentes. Algunos de ellos son reclutados para vender droga o ser burros para llevarla a otros países.

LAURA. Tranquila oficial, nosotros entendemos y les agradecemos que nos hayan llamado.

JEFA. No se preocupe señora, estamos para servirle. (Pequeña pausa.) Dígame una cosa: ¿Ustedes tienen problemas en casa? ¿Se pelean o algo así?

PABLO. No, señora. Irónicamente ambos somos cristianos. Pero esta situación se nos salió de las manos. Bryan se metió con una barra de muchachitos mayores que él y lo estaban influenciando de manera negativa. Nosotros le advertimos que no se juntara con ellos, pero no hizo caso.

LAURA. Y vemos con buenos ojos que le haya sucedido esto para que aprenda la lección.

JEFA. Un poco extraña su forma de pensar, pero igual la respeto, es su hijo y ustedes verán lo que es bueno o no para él.

PABLO. Gracias, oficial.

JEFA. Por cierto. ¿Ustedes saben el nombre de los dos muchachos que estaban con su hijo?

LAURA. Sé que se llaman Joan y Ronald. Mi hijo siempre los mencionaba porque hablaba mucho de ellos en casa.

JEFA. (Pensativa.) ¿Joan y Ronald? Me suenan. Sí, creo que los conozco, varias veces los hemos detenido por la misma razón. Se dedican a distribuir droga entre los muchachos de las edades de su hijo. Pertenecen a la banda Los Rugrats, y son bastante peligrosos.

PABLO. Nosotros algo sabíamos de ellos y se lo dijimos a Bryan, pero él estaba tan embobado con esos muchachos, que no nos hizo caso. Casi eran sus ídolos.

JEFA. Ah, bueno. (Pequeña pausa.) A su hijo lo hemos tenido con una trabajadora social. Han estado hablando y al parecer era la primera vez que su hijo iba a consumir droga. También le practicamos algunos exámenes médicos y no encontramos rastro de alguna sustancia química ajena a su organismo.

LAURA. (Con un gesto de alivio.) Gracias a Dios.

PABLO. (También con un gesto de alivio.) Sí.

(Los dos policías entran acompañados por Bryan.)

BRYAN. (Al ver a su mamá corre hacia ella y la abraza. Ambos lloran.) No lo vuelvo a hacer, mamá, no lo vuelvo a hacer. Te lo prometo.

LAURA. (Lo abraza bien fuerte.) Tranquilo, hijo, ahora no es el momento para hacer promesas. (Lo mira.) Lo importante es que estás bien.

POLICÍA 1. Por suerte llegamos en el momento justo y no ingirió la droga.

POLICÍA 2. Creo que con el susto es más que suficiente.

PABLO. Sí y gracias por salvar a mi hijo. Solo Dios pudo llevarlos a ese lugar en el momento exacto.

JEFA. (A Bryan.) Bueno joven, espero que haya aprendido la lección y que se diera cuenta de que esos muchachos no eran tus amigos. Es bueno obedecer a los padres siempre. Eso sí, cuando te buscan el bien. ¿De acuerdo?

BRYAN. Sí, señora.

PABLO. Bueno, nosotros nos vamos. Muchas gracias.

JEFA. Fue un placer. Que pasen buenas noches.

(Los policías se despiden con un gesto de su mano. Bryan y sus papás salen por la derecha. Las luces se apagan.)

VOZ EN OFF. Hijos, obedeced en el Señor a vuestros Padres, porque eso es justo. Honra a tu padre y a tu madre porque es el primer mandamiento con promesa. Todo lo que hagas te saldrá bien y sobre la tierra vivirás muchos años. El avisado ve el mal y se esconde, mas los necios pasan y reciben el daño. Jehová al que ama castiga, como el padre al hijo quien quiere.